Por Jorge Jaraquemada
Publicado en La Segunda, 03 de agosto de 2022
La idea de «aprobar para reformar» busca imponerse como consigna para atraer voluntades dada la desconfianza que la propuesta constitucional genera en la ciudadanía. Sin embargo, tres hechos obligan a desconfiar de su plausibilidad. Primero, la negativa de las fuerzas hegemónicas de izquierda en la Convención de moderar, mientras escribían el texto, las normas que hoy generan resistencia y su afán de evitar reformas futuras estableciendo quorums altos. Segundo, porque esa misma izquierda se niega a discutir qué se debería reformar. Finalmente, porque la plurinacionalidad no solo otorga autonomía y atribuciones a los pueblos originarios, sino además derecho a veto en toda materia que afecte los derechos que le reconoce la eventual nueva Constitución.
Detrás de la voluntad de modificar la propuesta constitucional inmediatamente después de que sea aprobada, subyace una lamentable y rotunda realidad: este texto divide, polariza y extiende nuestra conflictividad.