Por Jorge Jaraquemada
Publicado en La Tercera, 17 de enero de 2023
El director de la Fundación Jaime Guzmán enfatiza que, ante la conmemoración que se celebrará en septiembre próximo, el énfasis debe estar «en evitar las situaciones que llevaron al golpe”. En ese sentido, llama al gobierno -que prepara su propio relato para la conmemoración de esta fecha- a que se pronuncie “por lo que fue la UP entre el 70 y el 73″.
Desde la sede de la fundación que preside, Jorge Jaraquemada profundiza sobre el rol de Jaime Guzmán, senador asesinado en 1991 en democracia, quien fue un articulador clave de la Constitución del 80, la cual, luego de un proceso constitucional fallido, continúa vigente.
Desde ahí, también, el abogado analiza lo que para la derecha significan los 50 años del golpe militar. Jaraquemada afirma que el énfasis debe estar en “marcar el punto de que el país tiene que evitar las situaciones que llevaron al golpe”. En ese sentido, llama al gobierno -que prepara su propio relato para la conmemoración de esta fecha- a que se pronuncie “por lo que fue la UP entre el 70 y el 73″.
Como fundación, ¿qué significado tiene el 11 de septiembre de 1973?
Es un día trascendente porque pone fin a un gobierno que había devenido en ilegítimo, tal y como lo había señalado la Cámara de Diputados en agosto de ese año. Pienso que es una situación lamentable, pero que en ese momento no había otra salida. Chile avanzaba hacia una especie de guerra civil y la intervención militar puso coto a ese experimento socialista de Salvador Allende. Ahora, este hecho de reivindicar la importancia del 11 de septiembre y la intervención militar no tiene nada que ver con lo que viene después. Esto es una verdad histórica y una verdad judicial: hubo violaciones flagrantes a los derechos humanos que no pueden ser ignoradas.
¿Realizarán alguna conmemoración de los 50 años?
Pretendemos sacar un par de documentos desde una perspectiva histórica contextualizando. La izquierda en Chile, producto de la parte nebulosa y negativa que tuvo el gobierno militar, se ha tomado desde esa perspectiva para atacar. Por ello es que haremos seminarios y publicaciones en donde se pueda debatir la legitimidad de esa intervención, por muy dolorosos que hayan sido los hechos posteriores. A cincuenta años del Golpe, una gran mayoría de la población no había nacido cuando esos hechos acaecieron.
¿Qué énfasis buscan darle a esa recopilación histórica?
Marcar el punto en que el país tiene que evitar las situaciones que llevaron al golpe. Esto no fue que un grupo de uniformados se hayan levantado un día y hayan querido derrocar a un gobierno democráticamente electo. Hubo un conjunto de situaciones que se desarrollaron y que fueron llevando al país a un nivel de polarización excesivo. Nos gustaría marcar que situaciones como esas deben ser esquivadas a toda costa. Por eso nosotros tuvimos un rol muy entusiasta en la discusión del proceso constituyente que terminó el 4 de septiembre, porque nos parecía esa propuesta constitucional lo que hacía era empujar el país a una situación de radicalidad, que generaba ciertos contextos que pudiesen ser asimilables a los que tuvimos entre el 70 y 73.
¿Esa legitimidad que dice que tuvo el golpe fue perdiéndose después?
Hay que separar lo que es la intervención que depone a un gobierno con el ejercicio del gobierno con los militares después. A mí me parece aberrante la violación a los derechos humanos. El acento tiene que estar puesto en que situaciones como esas no sucedan. Por eso le doy tanta importancia al contexto en el que se produce el derrocamiento hacia Allende. No fue de un día para otro.
Nuevas generaciones
El gobierno propone una conmemoración cuyo tono, han dicho, será transversal y de futuro. ¿Confía en que será así?
Ojalá sea con una perspectiva de futuro. Si eso es lo que va a estar en el centro, comparto esa visión. Uno hace una valoración del pasado para no repetir lo negativo o para rescatar aquello que fue positivo, pero eso debe pasar por contextualizar el porqué se produce ese deterioro sistemático de las instituciones democráticas durante ese trienio de la Unidad Popular (UP). Aportaría que el gobierno se pronunciara por lo que fue la UP entre el 70 y el 73.
Desde todas las veredas políticas se habla del rol que tuvo Guzmán en los 16 años de Pinochet. ¿Cómo lo definiría usted?
Jaime fue un gran opositor a la UP. Una vez que se produjo la interrupción de ese gobierno, colaboró con el gobierno militar. El acento de su colaboración estaba en la estructura institucional que se fue generando. No sé si habrá sido el más importante, porque había una serie de juristas, pero ciertamente Jaime tuvo un rol trascendental. Hay ciertas instituciones o ciertas redacciones en la Constitución del 80 que uno podría decir que tienen la impronta del pensamiento de Jaime Guzmán.
¿Cree que se conserven las ideas de Guzmán en este nuevo proceso constituyente?
Eso va a estar entregado en la deliberación pública. A mí me gustaría hacerle ciertas reformas a la Constitución en algunas cuestiones, pero pienso que la esencia de la Constitución, con todas las reformas que ha tenido, es una buena normativa para distribuir el poder. Quisiera que mucho de eso permaneciera en la futura Carta Fundamental. Me conformo con que los expertos y consejeros tengan la suficiente sensatez para recoger dos cosas: la tradición jurídico-constitucional de Chile y el sentido común de las personas.
¿Cómo reciben el impacto de la habilitación de un nuevo proceso?
Desde que se aprobó el primer proceso constituyente me parece que era evidente que íbamos a avanzar hacia un proceso de sustitución de la norma constitucional. En ese sentido, curioso de quién lo dice, pero enfrentamos una oportunidad que permita dejar atrás la discusión bizantina sobre legitimidades, sobre si esto es la “Constitución de Pinochet”, la “Constitución del neoliberalismo” y todo ese tipo de carteles. De la “Constitución tramposa”, como un académico que devino en constituyente señaló una vez. Dejar de lado toda esa discusión. Dar vuelta la página. Este nuevo proceso lo veo como una oportunidad para avanzar respecto a tener una norma de convivencia política, social y económica, que sea compartida y que no esté permanentemente en tensión. El hecho de que esté zarandeada permanentemente, sujeta permanentemente a críticas, creo que finalmente agria los procesos institucionales. Creo que es mejor dar un paso adelante y dar vuelta la página.
Asumirlo.
Es un ejercicio de realismo, y en ese ejercicio de realismo creo que tenemos una oportunidad, porque en el actual acuerdo se incorporan elementos que no estuvieron en el anterior, que no se previeron y que la misma experiencia de una propuesta constitucional que era desastrosa. A día de hoy no se han medido suficientemente los verdaderos impactos y riesgos que habría tenido que esa propuesta constitucional hubiese sido aprobada.