Por Daniela Carrasco
Publicado en La Gaceta, 28 de febrero de 2023
Entre el viernes 24 y domingo 26 de febrero, en Madrid se realizó el Encuentro Internacional Feminista, liderado por la ministra de la Igualdad de España, Irene Montero. En dicho foro participaron numerosas figuras feministas a nivel internacional, como la chilena Irina Karamanos —pareja del presidente chileno Gabriel Boric—. Las reflexiones de estas jornadas apuntaron hacia una crítica al “neoliberalismo” y al avance de la “ultraderecha”, como también estrategias para instalar políticas (trans)feministas a nivel internacional y local.
Irina Karamanos, pareja del presidente chileno Gabriel Boric, asistió al Encuentro Internacional Feminista de Madrid en su día de cierre, ocasión en la que compartió el panel “Feminismo y mujeres en la disputa por el poder” con la escritora feminista Rita Segato e Irene Montero, en el que abordaron cómo la política deviene conflicto, develando un diagnóstico agonal propio del posmarxismo.
Antes que todo, recordemos que el actual gobierno chileno ha sostenido que busca impulsar políticas con enfoque feminista y de género, incluso, en las actuales (fallidas) relaciones exteriores de Chile. Por su parte, antes de que Boric asumiera el gobierno, Irina Karamanos anunció que asumiría como Primera Dama generando críticas que señalaban que no era lo “suficientemente” feminista, pero prontamente dijo que lo “deconstruiría” desde adentro.
Ya una vez asumida como Primera Dama, a mediados de 2022 se dio a conocer que dicho cargo en realidad se personalizó y se renombró como “Irina Karamanos” justo en el periodo que Boric asumió la presidencia. Incluso, se registró un dominio web con el nombre de la pareja de Boric. Todo esto fue tildado en su momento como un error “no visado” por la vocera de gobierno, Camila Vallejo. Tras estas polémicas, Irina Karamanos anunció que, finalmente, disolvería el cargo de Primera Dama pasando a ser una Coordinadora Sociocultural, la que finalmente cesó a finales del 2022 y dichas actividades pasaron a ser realizadas por distintos ministerios.
Por estos supuestos méritos Karamanos fue invitada al cierre del Foro Internacional Feminista, oportunidad en la que habló sobre cómo los “feminismos transformadores” son una alternativa al “neoliberalismo”. Destacó la importancia del “desborde de los cuerpos” —otro eufemismo para hablar de colectivismo— como alternativa al “individualismo” de los sistemas políticos contemporáneos, que —supuestamente— provocaría la “precarización” de la vida. Asimismo, Karamanos aseguró que las mujeres son y están “sujetas” a la norma, al poder —que se encontraría en todos los espacios—, empero observa que existe una posibilidad de reconfigurarlo, por este motivo resultaría amenazante a ciertos grupos.
De igual manera, Karamanos afirmó que la política trata del conflicto y que es necesario fomentarlo. Al igual que Montero, la chilena abordó la “problemática” de la “ultraderecha” —por su parte, la ministra española sostuvo que son sectores antidemocráticos que ejercen “violencia política” como estrategia de despojar a las feministas del poder—. De igual forma, Karamanos propuso que los feminismos deben estar organizados previamente a los “despojos” —opresión— de los territorios y los cuerpos.
Además, Karamanos afirmó que la “extrema derecha” chilena opera bajo la lógica de campañas del miedo y del terror, por ello, habría ganado la opción “Rechazo” a la propuesta de nueva Constitución en el plebiscito del 4 de septiembre, lo que tildó de “discursos de odio”.
No obstante, lo expuesto por Karamanos no fue un discurso novedoso en el desarrollo del Foro. Por ejemplo, ya en la jornada inaugural, Irene Montero —con su característico lenguaje “inclusivo”— sostuvo que el feminismo es una herramienta que tiene una “clara voluntad de poder” y, cayendo en la redundancia, afirmó que las feministas quieren ejercer el poder. Por otro lado, afirmó que hay enemigos de los derechos de las mujeres, que se traduce en violencia política —lo ejemplificó con la derogación del caso Roe vs Wade en Estados Unidos—.
Montero también destacó la consigna “abajo el patriarcado, que va a caer. Arriba el feminismo, que va a vencer”. Sin embargo, su intervención inaugural no estuvo libre de escándalos, ya que una asistente la increpó al señalar que no es feminista porque “ser mujer no es un sentimiento”, y otra la acusó de ser “transexcluyente”.
Recordemos de igual modo, que Irene Montero ha sido protagonista de preocupantes declaraciones como que «los niños tienen derecho a saber que pueden tener sexo con quien quieran» y que tienen “derecho al aborto”. Igualmente, promovió la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual en España, conocida como “ley del ‘solo sí es sí’”, que solo ha traído efectos adversos a los esperados.
Judith Butler, reconocida feminista queer estadounidense, también estuvo presente de manera online. Con un discurso tildado de transinclusivo, indicó que los feminismos deben ir a la par del activismo queer para avanzar en una transformación radical de la sociedad. Asimismo, afirmó que hay un ataque desde las derechas —tildadas nuevamente de “ultraderecha”— a las ideas feministas en distintos lugares del mundo, por lo que concluyó que el feminismo se debe unir con otras luchas de orden LGTBQ+ para hacerle frente.
Naturalmente, todo lo expuesto por Karamanos, Montero, Butler —al igual que el desarrollo de todo el Foro por las distintas exponentes— demuestra diagnósticos sesgados ideológicamente. Pues, en primer lugar, comprende identidades colectivas desconociendo la individualidad de cada persona, lo que se devela cuando hablan de “cuerpos”. Además, niegan los esencialismos y la naturaleza de la persona humana, al buscar superar la categoría de “sexos”. Es más, ponen en duda la existencia de la mujer con múltiples interpretaciones —si hay esencia, si es una construcción, si es una “sujeta” o un cuerpo— generando numerosas contradicciones entre las múltiples narrativas feministas.
De igual modo, que se acentúe constantemente que la política es conflicto, revela la mirada posmarxista sobre el quehacer político, pues esta matriz comprende que, gracias a múltiples identidades, empujadas por movimientos sociales y colectivos, permite numerosos antagonismos los que devienen conflicto. Dicho de otro modo, la política posmarxista solo “funciona” cuando hay antagonismos gracias a la noción de opresores y oprimidos, y esa es su principal falacia, porque hombres y mujeres no son enemigos, sino complementarios.
Por su parte, cabe destacar que Karamanos tiene una miope lectura del fracaso de la propuesta constitucional, ya que, en dicho texto justamente tomó en cuenta lineamientos feministas y de género, abriéndose al aborto sin límites y no consideró la objeción de conciencia, mientras buscaba establecer la Educación Sexual Integral (ESI) que afirmaba que toda persona tenía derecho a una educación que “promueva el disfrute pleno y libre de la sexualidad”, lo que va en la misma línea de los polémicos dichos de Montero mencionados anteriormente. Los chilenos por elección aplastante rechazaron esos lineamientos por ser nocivos para la vida en sociedad.
En suma, el Encuentro Internacional Feminista fue una asamblea ideológica de extrema izquierda, en el que sus reflexiones no apuntaron a mejorar temas pendientes paras las mujeres, sino a articular una agenda política basada en temáticas como “violencias machistas”, ecofeminismo, derechos LGBTI, el aborto, gordofobia, masculinidades, violencia política contra las mujeres, neoliberalismo, entre otros.
Claramente, ninguna de estas temáticas aporta en avanzar en recuperar una gramática común, como tampoco demuestran que dichos temas pueden ser realmente materializados por las mismas feministas que se mueven en los círculos del poder.
¿Por qué? Pues, parecen curiosos los discursos feministas de orden post identitarios que buscan desprenderse de categorías de lo femenino, cuando personajes como Karamanos o Montero justamente performan categorías propiamente femeninas como el uso de tacones, maquillaje, manicuras o vestimenta femenina que reproducen un poder que –supuestamente— buscan deconstruir. A todas luces, es una estética muy alejada de las feministas de colectivos que desbordan las calles cada 8 de marzo, con apología a la fealdad, a la gordura y denostando la depilación femenina.
En definitiva, dichas contradicciones del “desborde de los cuerpos” en la calle —con cuerpos “fuera de la norma”—, y el intento de “institucionalizar” las iniciativas feministas con líderes vestidas a lo Dolce & Gabbana, demuestran que una cosa es la teoría, y otra es la práctica.