Fue en 2014, y debido a severos problemas de gestión, que comenzó el desplome de la estación, situación que llegó a su punto más álgido en 2015, cuando el canal bajó del primer al cuarto lugar, provocando pérdidas por más de $25.000 millones.
Hace 25 años, y luego de su última capitalización, la Ley 19.132 (1992) consagró a Televisión Nacional de Chile como una empresa autónoma del Estado, que no depende del presupuesto fiscal, y que se financia con sus ingresos. Así, se estableció que TVN debía ser económicamente autosustentable y financiarse de acuerdo con las reglas del mercado televisivo. De este modo, se optó por el modelo comercial (con algunos esfuerzos culturales aislados), obteniendo muy buenos resultados, lo que le permitió autofinanciarse.
Sin embargo, los adelantos tecnológicos, que imponen nuevas exigencias a la televisión abierta, fundamentalmente debido a las tecnologías de streaming, la competencia de internet como medio de comunicación y la penetración de la TV por cable, han modificado la industria, haciendo urgente una actualización que pueda hacer frente a este fenómeno, que ha alejado a la audiencia de los canales nacionales.
El Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet determinó que la principal medida que permitiría a TVN cumplir con su misión pública y atender las necesidades televisivas de los ciudadanos es la capitalización de la entidad estatal, en un principio por US$75 millones, y finalmente por US$47 millones. Asimismo, propuso la creación de un canal cultural, con un costo de US$18 millones, pero al cual se le podrán hacer aportes año a año en la Ley de Presupuestos. Esta inyección de recursos fue recientemente aprobada, no exenta de complicaciones, por el Senado, y ahora debe ser votada por la Cámara de Diputados.
¿Será el financiamiento estatal lo que necesita TVN para adecuarse a las nuevas exigencias televisivas? Hasta el año 2013 el modelo de autofinanciamiento del canal generó utilidades casi ininterrumpidamente, las que frecuentemente fueron reinvertidas, capitalizando la estación. Fue en el año 2014, y debido a severos problemas de gestión, que comenzó el desplome de la estación, situación que llegó a su punto más álgido en 2015, cuando el canal bajó del primer al cuarto lugar en sintonía, provocando pérdidas por más de $25.000 millones. Esto evidencia que lo que necesita el canal del Estado, más que una capitalización, es un mejoramiento de su gestión.
Lamentablemente, hasta el día de hoy no ha habido autocrítica de ningún tipo frente a la crisis del canal, ni del presidente del directorio de TVN, Ricardo Solari, nominado por la propia Presidenta de la República en dicho cargo, ni del Gobierno, que al presentar la capitalización de la entidad señaló que ha sido la lógica del autofinanciamiento la que le ha impedido a TVN adecuarse a las nuevas características de la industria televisiva, omitiendo que fueron los graves problemas de gestión los que llevaron a promover este salvataje a la estación.
Si se mantiene el modelo de gestión, la capitalización del canal sólo ayudará a sanear el déficit actual, y las dificultades económicas se repetirán en el futuro. Los ingresos serán rápidamente consumidos y se volverá a foja cero. TVN requiere de manera urgente mejorar su gestión, y volver a ser competitivo en el mercado de televisión abierta, que por lo demás no es muy amplio.
Cuando el Estado se hace parte de actividades comerciales dónde ya hay presencia del sector privado, debe agregar mayor valor a la competencia, en el ejercicio de su rol subsidiario. Hoy TVN no cumple con dicha premisa. Así, se debe tomar una decisión: mantener un modelo comercial (con el cual también se ejerce un rol público frente a la ciudadanía), o que el Estado financie un canal que no responda a criterios de mercado. Frente a esta disyuntiva, se debe optar por mantener el modelo comercial, mejorando la gestión y profesionalizando la empresa. Y de continuar los malos resultados, el canal debería revisar su continuidad. Todos los canales de TV ejercen un rol público relevante, por lo que la misión pública puede ser ejercida por los demás canales de televisión, independiente de quien sea su controlador.
Lamentablemente, la capitalización propuesta no asegura una mejor televisión o un mejor cumplimiento del rol público (que también cumplen los otros canales), por lo que, en el análisis final, se están utilizando valiosos y cuantiosos recursos en una actividad que no se constituye como una prioridad nacional. Existen otras urgencias sociales que deben ser atendidas, y en momentos de restricción económica como el actual, el país no se puede dar el lujo de malgastar los pocos recursos que tiene.