¿Qué haría Cristo en mi lugar? repitió el Papa Francisco 10 veces en su discurso a la jóvenes en el Templo Votivo de Maipú. Esa pregunta interpela la conciencia y pone cristianos ante la exigencia radical del cristianismo: ser otro Cristo.
Esto es, entre otras cosas, servir a los demás. El deber de amar al prójimo, y que puede expresarse de distintas formas en nuestra vida, pero que en algunos casos adquiere un sentido superior por comprender a la sociedad en su conjunto, como en la política. Entender que la política es una vocación para servir a los demás, no una forma de enriquecerse, de obtener fama o el poder por el poder. Servicio que tenga en perspectiva el bien del otro y no la vanagloria, el egoísmo y la vanidad.
El Papa ha llamado a los jóvenes a ser líderes, pero un liderazgo basado en el amor al prójimo. Un liderazgo genuino, donde ser líder no significa ser el primero de la fila o el privilegiado, sino aquel que a fuerza de su entrega a los demás o incluso de un ideal o una causa verdadera, se convierte en modelo para otros.
Pero el éste sentido del servicio no se da sólo en la actividad política, sino a la sociedad, en su conjunto, un genuino aporte al bien común general: desde las organizaciones sociales que promueven vocaciones al servicio público; desde la formación de jóvenes en altos valores morales; desde el trabajo desinteresado por la comunidad.
Del mismo modo, es fundamental que las instituciones, públicas y privadas, de nuestra sociedad, contengan en sí y promuevan un concepto de convivencia humana en que tenga un valor preponderante el genuino interés por el otro, donde las comunidades y las familias puedan adoptar valores trascendentes, de amor al prójimo, que permita hacer mejores a los hombres.
El mensaje del Papa Francisco no puede quedar como buenas palabras que alguna vez lanzó un Papa en nuestra tierra. Deben ser estudiadas, meditadas y sobretodo practicadas. A cada uno le corresponderá asumirlas en su propia conciencia, pero debemos entender que finalmente cobran verdadero sentido en la relación con los otros, en cómo construimos una sociedad en la que se valore, en definitiva, a los demás con ese perfecto criterio de pedagogía cristiana fundamental: ¿qué haría Cristo en mi lugar?.
Emiliano García
Investigador Fundación Jaime Guzmán