Latinoamérica está expuesta a una crisis energética en un escenario en que cada vez es más difícil aprobar nuevos proyectos de generación debido a la presión que ejercen grupos ambientalistas y donde varios países tienden a alterar las reglas del juego y adoptar decisiones que generan inseguridad jurídica para las inversiones. Más que la lógica económica, tiende a primar una visión política. Chile no puede apostar exclusivamente a un tipo de generación energética ni tampoco depender del abastecimiento de un único proveedor. La estrategia debe ser una diversificación de la matriz que permita tener energía segura, limpia y barata, sobre la base de estimular soluciones de mercado con regulaciones transparentes, técnicas y eficientes.
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