El cura Gatica dejó el sacerdocio. Tuvo una suerte de reencarnación. Es joven, milita desde primer año en un movimiento revolucionario, es asiduo de las asambleas, fue dirigente universitario y en sus tiempos libres marcha por cuanta consigna se le cruza en el camino. De día es feminista, o al menos eso dice. De noche, en el carrete con sus compañeros de causa, si ve algo extraño, prefiere quedarse callado. Todo por la revolución.
Y si parezco crudo en mi relato, es porque a todos los cura Gatica que existen en los movimientos universitarios de izquierda yo ya no les creo. Porque fueron los primeros en poner un piso moral lo extremadamente alto como para que nadie pudiera alcanzarlos. Pero se derrumbaron, como sus discursos y como sus acciones, porque traicionaron a sus propias convicciones. Es decir, el Frente Amplio se convirtió, muy prontamente, en aquello mismo que criticaban con tanto espíritu pontificio.
Las noticias sobre encubrimiento y omisión han marcado la agenda el último tiempo en Chile. Y han sido esos mismos curas Gatica los que trataron de arrogarse la representación y expresión de esa causa. Pero finalmente, ha quedado demostrado que, así como son unos jóvenes con más anhelos que madurez, no lograron estar a la altura de su propio proyecto. El Frente Amplio no solo estafó al país entero con su discurso, sino que se engañaron a ellos mismos. Nada peor que eso.
Pero estas situaciones no son nuevas en los movimientos estudiantiles de izquierda. Por ejemplo, en la Universidad Católica, en el movimiento de izquierda Crecer, los autodenominados “hijos de Guevara, de Chávez y Fidel”, cuales caníbales, terminaron por automutilarse. Las tensiones entre la Unión Nacional Estudiantil (UNE) y el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL), células a nivel de Educación Superior de los movimientos Nueva Democracia e Izquierda Libertaria en el Frente Amplio, llevaron a la disolución del colectivo. Acusaciones de encubrimiento y abuso por parte de altos dirigentes, que dirigieron la Federación de Estudiantes (FEUC) en 2016, hicieron insotenible seguir trabajando juntos, tal como se señaló hace unos días en un reportaje de este mismo medio. Se disolvieron, se disgregaron, y al tiempo se volvieron a unir. Esta vez, bajo el nombre de fantasía: “Por una UC Pública”. Cambiaron la fachada, pero las complicidades siguieron. A principios de año, quien ostentaba el cargo de delegado Confech, una suerte de fiscalizador del organismo, tuvo que abandonar su cargo. Los rumores sobre acoso recayeron sobre él. La izquierda nuevamente hizo caer a uno de los suyos, y con justa razón.
Lo cierto es que estos mismos dirigentes han quedado excluidos, porque quienes lideran efectivamente las marchas feministas, saben ya que los trajes blancos frente amplistas se han manchado de mentiras. Por esta razón la Confech, por ejemplo, ha quedado completamente al margen de este movimiento. Lo que me queda claro es que el cura Gatica tuvo una suerte de reencarnación. Es hipócrita, agresivo y encubridor. De modo que, lo verdaderamente evidente en esta trama, es que el Frente Amplio no tiene legitimidad moral para pontificar como han pretendido.