Señor Director,
Encontrándonos en una sociedad “evolucionada” llama mucho la atención que en temas de tolerancia y libertad de expresión seamos tan subdesarrollados. El sentido común nos dice que cualquier persona podría emitir su opinión, siempre que ésta se exprese con respeto y haciéndose cargo de lo dicho.
Sin embargo, este derecho inherente a las personas hoy en día se ve vulnerado por determinados grupos, provocando, a través de agresiones y hostigamientos, que los emisores de estas opiniones sientan temor de expresar lo que piensan. Esto se refleja cada vez con más frecuencia en opiniones “políticamente correctas” de algunas figuras públicas, las cuales dejan ver muchas veces el “maquillaje” de sus respuestas, o derechamente la evasión de toda pregunta que les genere algún riesgo de ser agredidos por su opinión.
Este lamentable escenario devela, por una parte, un retroceso de nuestra sociedad, porque nos quedamos atrás al momento de promover y respetar los derechos fundamentales de las personas. Por otra, que cuando la política deja de subordinarse a un orden natural que le es externo, se convierte en un autómata que viola los márgenes que la limita.
Esto da pie a que las herramientas que utilice no dialoguen siempre con los valores democráticos, ni el respeto por la dignidad humana, y menos anhelando el bien común. El desafío de los nuevos liderazgos es hacer frente a este alicaído y lesivo imaginario. En su defecto, la actividad política irá siendo cooptada paradójicamente por sus enemigos: los censuradores.