En este texto de la Fundación Jaime Guzmán, a propósito de cumplirse un año más desde que se asesinó al senador UDI por parte del FPMR, critica a «la ultra izquierda emergente», porque en sus «expresiones públicas y solapadas, lamentablemente a demostrado que aún sigue avalando la violencia política».
Violencia política a 28 años del asesinato de Jaime Guzmán
- Introducción
Aun cuando ya han transcurrido casi tres décadas desde que el FPMR asesinara a Jaime Guzmán a las afueras del Campus Oriente el 01 de abril de 1991, y que nuestro país haya avanzado en construir una cultura que condene la violencia política y los atropellos a los DD.HH. resulta tan lamentable como a la vez un retroceso en este esfuerzo el que exista una ultra izquierda chilena que siga avalando sibilinamente la violencia política, y haciendo parecer héroes a terroristas.
Esta aseveración se construye a partir de los diferentes episodios en que varios representantes de la izquierda chilena aparecen, ya sea respaldando la dictadura eterna en Cuba, dando vuelta la cara a la violación de los Derechos Humanos en Venezuela, o bien negando la nefasta situación de Nicaragua. Si esto no bastara, la violencia política ejercida por una parte de la izquierda nacional ha vuelto a abrirse espacios en nuestro país a través del lenguaje agresivo e intolerante, junto con discursos que buscan relativizar la violencia como herramienta política.
En un contexto global en que los discursos que polarizan a las sociedades han ido creciendo y naturalizándose, se hace necesario poner atención en la irrupción de esta práctica que en nuestro país además es acompañada con mecanismos violentos que de a poco –y con diferentes intensidades- se han ido diseminando en las diferentes instancias de participación política, al punto de llegar a ser justificada en algunos casos, como los que describiremos más adelante.
Tras un inicio de año bien acontecido respecto a la postergada justicia del crimen contra el senador Jaime Guzmán, este trabajo expone con preocupación el reflote del lenguaje violento y la relativización de la condena al terrorismo que hemos presenciado este último tiempo en nuestro país. Este esfuerzo se justifica no sólo al constatar el derrotero que han seguido los asesinos de Guzmán, sino además por el conocido riesgo que implica para cualquier sociedad normalizar la violencia.
- Preocupación por la violencia política en Chile
El derrotero de la ideología del odio que sostuvo y se expresó por medio de la violencia política que a la vez germina la crisis institucional de los años 70’en Chile parte ya en la década de 1960, y se extiende (con atentados concretos) hasta el año 1993. Durante este largo período podemos encontrar numerosos casos calificados como terrorismo. Entre ellos encontramos acciones perpetuadas, principalmente por organizaciones de la ultra izquierda como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y del denominado Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). Hay numerosos casos de secuestros, atentados, y asesinatos, fallidos y consumados. Resaltan como ejemplo de la violencia política el asesinato al ex Ministro del Interior Edmundo Pérez Zujovic en 1971, por parte del grupo Vanguardia Organizada del Pueblo; en 1981 hubo un intento de asesinato a Israel Bórquez Montero, presidente de la Corte Suprema; en 1983 fue asesinado el intendente de Santiago, Mayor General Carol Urzúa Ibañez junto a dos de sus escoltas; en 1986 es asesinado el dirigente de la UDI Simón Yévenes por el FPMR; en 1989 el FMPR asesinó al ex comandante de escuadrilla de la Fuerza Aérea, Roberto Fuentes Morrison. Incluso cuando Chile ya había retornado a la democracia estos grupos terroristas siguieron consumando asesinatos; entre 1990 y 1991 asesinaron a cuatro personas, entre los cuales se encuentra el senador Jaime Guzmán Errázuriz, el 01 de abril de 1991.
Entre los años 1985 y 1986 el FPMR casusa la muerte de varias personas luego de atentar contra el consulado de Estados Unidos, la estación de metro Tobalaba y el centro comercial Apumanque de la comuna de Las Condes. Del mismo modo, deja decenas de heridos al instalar artefactos explosivos en el Paseo Ahumada y en la esquina de Alameda con Teatinos.
Desde el retorno a la democracia, un factor común que ha rondado la mayoría de las innumerables protestas y marchas que se han llevado a cabo en Chile es la violencia con que se expresan. En la medida que avanza el tiempo, este fenómeno, lejos de irse aminorando se ha profundizado. El año 2018 es un claro ejemplo de esta preocupante situación. Recién al inicio fue noticia la “funa” y golpiza al ex candidato presidencial José Antonio Kast al visitar la Universidad Arturo Prat de Iquique (marzo); las marchas, paros y tomas feministas estuvieron cargadas de lenguaje y expresiones violentas, incluso contra figuras sagradas de la Universidad Católica (mayo); los denominados “overoles blancos” que organizaban protestas en colegios rociaron con bencina a una profesora, y lanzaron bombas molotov a carabineros (septiembre); finalmente, la agresión al presidente del Tribunal Constitucional Iván Aróstica se exhibe como un dato de constatación de la violencia con que se vienen expresando los malestares desde hace ya bastante tiempo (diciembre 2018).
Sin embargo, la figura del senador Jaime Guzmán Errázuriz fue también centro de ataques violentos por parte de un sector de extrema izquierda durante todo el año pasado.
A inicios del 2018, a las afueras del Congreso Nacional, el diputado Boric se reunió con un grupo de personas que se manifestaban a favor de Mauricio Hernández Norambuena, alias “Comandante Ramiro”, condenado por ser autor material del asesinato de Jaime Guzmán. En dicha ocasión, el diputado Boric le señaló a estas personas que, a nombre del Movimiento Autonomista, declaraba: “El legado del Frente… es algo que tenemos que defender en la historia. Permítanme expresarle todos mis respetos a la distancia al Comandante Ramiro”.
En junio del año pasado, la diputada Marcela Hernando (PR), presentó un proyecto de resolución que pretendía eliminar toda alusión a Jaime Guzmán en los sitios públicos como calles y avenidas. Finalmente, este proyecto fue rechazado por la Cámara de Diputados, pero contó con el voto favorable de un número importante de parlamentarios de oposición, especialmente del Partido Comunista y Frente Amplio. A fines de Agosto pasado, los diputados Boric y Orsini se reunieron, en forma secreta, con Ricardo Palma Salamanca – autor material del asesinato del Senador Jaime Guzmán, condenado y fugado de la cárcel de Alta Seguridad en 1996. El mismo Boric señaló que la reunión fue coordinada por María Paz Santibáñez, representante de la familia, y que en ella se trató acerca de la solicitud de asilo político en favor del terrorista Palma Salamanca. El domingo 09 de septiembre de 2018, una turba de jóvenes atacó el mausoleo de Jaime Guzmán en el Cementerio General, con frases alusivas a su muerte y palabras como “traidor” y “asesino” que fueron pintadas en los muros. El 31 de diciembre de 2018, se dio a conocer un video del año 2017, en el cual el diputado Gabriel Boric, en una entrevista concedida al programa “El Disco”, recibe del conductor una polera con una imagen del Senador Jaime Guzmán Errázuriz baleado y ensangrentado. La reacción del parlamentario al recibir la prenda fue, entre risas, de clara aceptación. “Bueeeena”, señaló, sonriendo y exhibiendo la polera. Luego dice “Aguante… la voy a llevar ahí a CNN”.
El año 2019 comenzó también con otro agravio contra la figura del senador, pues en enero se conoció el registro audiovisual en que la diputada del Partido Progresista, Marcela Santibáñez, ofendía nuevamente su figura, en una intervención realizada en la celebración de la Fiesta de los Abrazos del Partido Comunista. Al respecto dijo sobre Jaime Guzmán: “A mí no me sirve que hoy día, un compañero del Frente Amplio a quien admiro profundamente por su lucha estudiantil, y lo admiro profundamente, y cada día que lo veo lo saludo, Gabriel Boric, no me interesa que en las noticias se esté debatiendo por su polera con la cara de Jaime Guzmán, porque si yo fuera tan radical como soy, yo digo ‘Bien muerto el perro’, y perdónenme los que crean que no es así. ¡Bien muerto el perro!”.
Como queda de manifiesto, existe en nuestro país un avance de la violencia política en sus diferentes expresiones, y más aún, una normalización de esta por parte de un sector de izquierda que incumpliendo su promesa de renovación, ingresó como un bloque que, en la práctica sólo ha contribuido progresivamente en los últimos años a radicalizar el lenguaje, para ir avalando graves acciones que se oponen a los principios medulares de la democracia.
- En qué están los asesinos de Jaime Guzmán
Entre las diferentes expresiones de violencia política que ha sufrido nuestro país las últimas décadas, claramente el asesinato del senador Jaime Guzmán es uno de los que más impacto ha causado, no sólo por tratarse del único asesinato político contra un senador en ejercicio, sino además porque dicho crimen terrorista pretendió desestabilizar nuestro reciente regreso a la democracia. 28 años han pasado desde que el FPMR asesinara a quien ha sido reconocido transversalmente por políticos, académicos y el mundo de la cultura, como uno de los intelectuales públicos más importantes de nuestro país y uno de los políticos más influyentes de nuestra historia republicana. Por eso, y en virtud de que tanto sus autores como algunos actores políticos –explícita o sibilinamente- han justificado dicho atentado como una “necesidad puntual de ajusticiamiento”, resulta necesario saber qué ha sido de aquellos terroristas que validaban sus crímenes en pos de una ideología y supuesto contexto que ameritaba actuar con violencia.
Hoy ni Galvarino Apablaza, Iván Figueroa, Juan Gutiérrez Fischmann, Enrique Villanueva, Mauricio Hernández Norambuena, Marie Emanuelle Verhoeven, autores intelectuales del atentado; ni Ricardo Palma Salamanca y Raúl Escobar Poblete, autores materiales, cumplen una pena de cárcel en nuestro país, a pesar de haberse acreditado en el proceso judicial su participación, y de haber sido, algunos de ellos, condenados por la justicia chilena. La única que cumple condena en la cárcel es Marcela Mardones. Durante 2018 se dio a conocer el asilo político otorgado por Francia a Palma Salamanca, lo que contribuyó a la denegación de su extradición; y el encarcelamiento en México de Raúl Escobar Poblete, cuya extradición a Chile está pronta a concretarse. Aún no hay justicia en torno del caso Guzmán, por lo que nos hace preguntar en qué están los asesinos de Jaime Guzmán.
- Ricardo Palma Salamanca (“El Negro”)
Condenado en 1994 a presidio perpetuo en calidad de autor material en el asesinato de Jaime Guzmán. Escapó de la Cárcel de Alta Seguridad en diciembre de 1996 y fue protegido después por Cuba, país al que se dirigió y donde escribió su libro “El gran rescate”. Reapareció en México en junio de 2017, vinculado a una banda de secuestros y huyó a Francia, donde fue detenido y luego dejado en libertad. En noviembre de 2018, la Ofpra le otorgó el asilo político y, posteriormente, el Estado Francés negó su extradición a Chile.
- b) Raúl Escobar Poblete (“Emilio”)
Autor material del asesinato del senador Guzmán. En 1996, comandó el grupo que realizó el rescate en helicóptero desde la Cárcel de Alta Seguridad. Participó del secuestro Washington Olivetto en Brasil y escapó a Cuba. Estuvo fugitivo hasta junio de 2017, cuando fue apresado en México por otro secuestro. En julio, la Corte Suprema chilena solicitó su extradición, mientras que autoridades mexicanas pusieron como condición que su pena no superara los 60 años, a lo que la Corte Suprema chilena respondió positivamente. Este proceso se encuentra suspendido hasta que se decida un juicio de amparo solicitado por Escobar.
- c) Mauricio Hernández Norambuena (“Comandante Ramiro”)
Condenado a presidio perpetuo en enero de 1994 como autor intelectual. También tiene otra condena por el secuestro de Cristián Edwards. Tras huir de la Cárcel de Alta Seguridad en diciembre de 1996, se dirigió a Cuba. Fue detenido en Brasil en febrero de 2002 por secuestro, siendo condenado a 16 años. Chile ha pedido su extradición, pero Brasil exige que la pena a cumplir en Chile sea inferior a 30 años.
- d) Juan Maco Gutiérrez Fischmann (“El Chele”)
Es uno de los fundadores del FPMR y tercer hombre de la máxima jerarquía junto a Apablaza y a Hernández Norambuena. Cuando detuvieron a este último, huyó, al parecer alertado por gente de la “Dirección de Informaciones y Seguridad Pública”, sucesora de “La Oficina”, organismo de inteligencia del Gobierno. Aún permanece prófugo, se especula que en Cuba, por su relación con Mariela Castro, hija de Raúl Castro.
- e) Enrique Villanueva Molina (“Comandante Eduardo”)
En agosto de 2014 se le condena a cinco años de libertad vigilada, al aplicársele la media prescripción del delito y no los 15 años recomendados por la Fiscal Judicial.
- f) Marie Emmanuelle Verhoeven (“Comandante Ana”)
En enero de 2014 fue detenida en Hamburgo, Alemania, gracias a una orden de captura internacional vigente desde 1996. Tras ser liberada, fue nuevamente detenida en 2015 en India, pero en 2017 el gobierno indio puso fin al proceso de extradición. Se accedió así a una petición del gobierno de Francia, país donde actualmente se encuentra, ahora sin orden de arresto internacional en su contra.
- g) Galvarino Apablaza Guerra (“Comandante Salvador”)
Máximo líder del FPMR desde 1988. En 1992, reivindicó el crimen para su organización. Fue detenido en Argentina en 2004, la justicia chilena pidió su extradición, pero la CONARE (Comisión Nacional de Refugiados de Argentina) le concedió la calidad de refugiado político.
- h) Marcela Mardones (“Ximena”)
Expareja de Raúl Escobar Poblete, “Emilio”. En marzo de 1992 se detectó su presencia en la localidad de Colliguay, junto a Escobar Poblete y a otros subversivos. En 2012 se la logró localizar en Cuba. Fue detenida en 2017, al ingresar a Chile huyendo desde México. Fue condenada en marzo de 2018 a 10 años y un día de presidio, como autora intelectual del asesinato de Jaime Guzmán.
- i) Iván Figueroa (“Comandante Gregorio”)
Parte de la cúpula del FPMR. Organizó varios de los atentados atribuidos a esta célula terrorista. Asesinado en 1995 por sus compañeros de armas, por investigar supuestas “platas perdidas” del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Fue acusado de quedarse con ese dinero.
- La normalización de la violencia en el lenguaje y sus riesgos
El fenómeno de la violencia política no es algo nuevo, a lo largo de la historia se ha visto cómo ha sido un instrumento para lograr diferentes objetivos. Si bien hay ocasiones que se enlaza al poder, por lo general la violencia política es ejercida por quienes carecen de él (Harendt 2006). El fenómeno de la violencia no es monocausal, responde a varios factores, tales como “etológicos (biológicos), psicológicos (mentales), psicosociales, simbólico-culturales, políticos, éticos e históricos” (Arostégui, 1994, p.19). Pero en particular la violencia política pretende justificarse a través de su eje discursivo. Es así que las estrategias discursivas pueden traducirse en técnicas para legitimar los actos de violencia. Por eso, autores como Van Dijk invitan a analizar el Contexto Pragmático, que es “un conjunto de datos a base del cual se puede determinar si los actos de habla son o no son adecuados” (Van Dijk, 2001), es decir, si al emitir un discurso cumple con la intención el acto de habla es eficaz. Todo esto es atingente en la medida que la extrema izquierda en Chile ha buscado legitimar actos de violencia, normalizándolos, a través de sus ejes discursivos.
Los medios de comunicación tienen una relevancia importante a la hora de legitimar los discursos y los actos de violencia. Pues, por un lado son la vía por la que se difunden y visibilizan a los grupos o personas violentas. Por otro, los medios de comunicación influyen en la percepción que tienen los espectadores de la realidad. Entendiendo esto, cuando un televidente observa que unos diputados visitan a un terrorista que asesinó a un senador, u observa que en reiteradas ocasiones ocurren golpizas a personajes públicos y ataques a autoridades, o que el mismo parlamentario que visitó al terrorista celebra una polera con el rostro acribillado de un senador, puede obviar que es un acto violento y puede llegar a justificarlo e incluso legitimarlo.
En un contexto social en que somos invadidos por la información por diferentes medios, y en que la influencia de esta puede naturalizar invisiblemente un fenómeno, el riesgo de asimilar inconscientemente una determinada conducta como aceptable es alto. Si aceptamos además que la ideología se transmite semánticamente como mensajes organizados en las diferentes dimensiones y capas de la vida social (no necesariamente en la esfera propiamente política), entonces, un mensaje repetido y validado en distintos momentos y por diferentes actores que valide la violencia, puede adquirir una connotación capaz de calar en la ciudadanía como una acción justificada o una verdad (Barthes, 1999).
Comentarios finales
Parecía de sentido común asumir la premisa de que nuestra democracia, fortalecida con el transcurso de los años, había dejado atrás la legitimación de la violencia como método de actuar en política. Sin embargo, los diferentes episodios que han protagonizado algunos nuevos actores el último tiempo, junto con el discurso estructural de defensa de otros a dictaduras que violan los DD. HH., obliga a una reflexión transversal sobre la necesidad de erradicar y condenar cualquier justificación de la violencia política, con el objeto de evitar que su validación permee la cultura, arriesgando incluso que la violencia política abra paso o naturalice la llamada violencia civil (Arostégui, 1994, p.20). Esta preocupación se sostiene además en el marco de la proliferación de la llamada “corrección política” en nuestro país, la cual tiene como horizonte político -precisamente por la vía de la violencia en sus diferentes formas- acallar el pensamiento de la diferencia.
No obstante, la principal alerta del resurgimiento de la validación de la violencia política como herramienta, es que -a pesar de que ya han pasado 28 años del asesinato del senador Jaime Guzmán Errázuriz, perpetrado por terroristas del Frente Manuel Rodríguez en plena democracia, y que vivimos en un Estado de derecho y en una democracia robusta- aun existan sectores (como la ultra izquierda emergente chilena) que, tras expresiones públicas y solapadas, sigan lamentablemente avalando la violencia política, haciendo apologías de quienes cometieron terribles crímenes, sin considerar la red de protección que ha montado la izquierda internacional para apoyar a los autores de este crimen.