Daniela Carrasco, El Líbero, 14 de marzo de 2020
Tras el 18 de octubre, la calle ha sido el espacio para las distintas expresiones de la insurrección. Algunos ejemplos son la figura del Matapaco, los graffitis como un elemento discursivo, el uso masivo de bicicletas que recuerdan al movimiento anarquista holandés Provo, o las distintas intervenciones feministas. Estas últimas han destacado por las múltiples irrupciones que han realizado. Sin embargo, tras la conmemoración del Día de la Mujer, es posible afirmar que el modus operandi del feminismo responde a una nueva estrategia política, la que cambia la acción política de los partidos políticos por la apropiación de las subjetividades de los individuos y, por extensión, de la sociedad.
Entre octubre y diciembre pudimos observar distintas intervenciones feministas como “Un violador en tu camino” de Lastesis. Y, durante este verano, las expresiones feministas no cesaron: como aquella contra la mercantilización del amor romántico en el Día de San Valentín en el centro de la capital (con una mujer con un vestido de novia que simbolizaba la esclavitud); pañuelazos, con la tela verde característica, frente a la Embajada de Argentina por un aborto libre en los dos países; la utilización de los medios masivos para el activismo político (solo basta recordar las presentaciones durante el Festival de Viña 2020); o la modificación que realizaron la canción infantil “Mi muñeca me habló” de 31 Minutos, en que ahora la letra señala “mi muñeca me habló, me dijo lucha”. Y no olvidemos la reprochable intervención cuando, mientras la ex ministra Isabel Plá era interpelada, afuera del Congreso quemaban una figura ―tamaño real― con su rostro.
No cabe duda que la convocatoria por el Día de la Mujer, en sus dos marchas, fue exitosa. Sin embargo, sorprende ver a mujeres que no se identifican con la izquierda política asistiendo a estas ―y aún más aquellas que dicen comulgar con la derecha―. Gran parte de estas mujeres suelen decir que adhieren al feminismo porque buscan erradicar la violencia hacia las mujeres, o porque demandan igualdad salarial. Claramente, el respeto por la persona humana es algo que no tiene discusión. Pero estas mismas mujeres son las que repudian aquellas feministas que degradan con gritos a las Carabineras que resguardaban la marcha; que dicen “yo soy feminista de la primera ola, no radical”; o que son discriminadas por otras feministas por ser pro-vida, su sector socioeconómico o ser pro-mercado.
Este escenario abre interrogantes. ¿Por qué hay mujeres que no se sienten politizadas de izquierda, pero sí adhieren al movimiento feminista y marcharon el 8 y 9 de marzo? Nuevamente, la literatura nos entrega respuestas. Los franceses deconstruccionistas Gilles Deleuze y Félix Guattari, señalaron a finales del siglo XX que se debía perseguir una “nueva política revolucionaria” conocida como Revolución Molecular, la que se logra a través de una “micropolítica del deseo”. Esto significa intervenir las sensibilidades, los deseos, y los afectos más profundos de la persona, a través de la transgresión y deconstrucción de los imaginarios sociales. La instalación de la molecularidad “supera los umbrales ordinarios de percepción”, siendo un nuevo paradigma político, dejando atrás toda tradición y naturaleza. El feminismo actual es funcional al paradigma molecular.
Las distintas intervenciones feministas y actos performativos buscan deconstruir las relaciones humanas y el poder sistémico. Para el feminismo y la teoría queer, esto significa entregar nuevos horizontes humanos y políticos, y el Día de la Mujer es el primer paso para lograrlo.
No caigamos en la trampa del feminismo. Repudiar tajantemente la violencia hacia las mujeres, o querer el mismo piso profesional para nosotras, no implica que debamos adherir a su ideología radical. Pues para ellas no basta ser mujer para ser defendidas por el feminismo. Con fuerza lo explictan: “ni la cuica ni la facha ni la paca son compañeras”.