Durante el mes de agosto surgieron numerosas críticas, de distintas posiciones políticas, por la publicidad de la película francesa Cuties, que se estrenó en Netflix el pasado 09 de septiembre. Según la directora, Maïmouna Doucuré ―ganadora del Premio del Jurado de Dirección en el Festival de Cine de Sundance 2020―, tendría como intención hacer una crítica a la sexualización de los niños y adolescentes, así como a los valores y tradiciones del mundo musulmán. No obstante, el resultado fue completamente distinto: Netflix promocionó la película con la imagen de las cuatro actrices de 11 años, en poses sexualizadas, siendo el filme acusado de promover la pedofilia.
Cuties (su título original en francés es Mignonnes) cuenta la historia de Amy, una niña musulmana de Senegal, de 11 años, que vive en París, bajo las rígidas estructuras de esta religión. El filme muestra cómo desea evadir su vida religiosa y los roles de la mujer dentro de los códigos musulmanes. En su colegio parisino, es atraída por un grupo de compañeras que buscan ganar una competencia de baile. Saben que son bastante menores, por lo que apuntan a hacer un baile que incluye twerk (movimientos de caderas), miradas seductoras, y otras acciones no acordes a su edad, con lo que las creen podrán ganar la competencia. La película muestra también cómo las redes sociales modificarían las conductas de los adolescentes para sentirse aceptados, que incluye a la protagonista subiendo una fotografía de su entrepierna solo por obtener más reacciones. El sentido común se retoma al final, cuando el baile es rechazado por la audiencia, por considerarlo inapropiado.
Cuties trata de mostrar cómo un mundo Occidental liberal y el rígido mundo musulmán se encuentran. Y si bien la directora ha señalado que es una crítica a la sexualización de los niños, esta película está lejos de ser una ayuda: son numerosas las tomas en primer plano inadecuadas a estas niñas actrices, mostrando a menores deseando ser deseadas, dejando un confuso mensaje.
Si bien la pubertad es un proceso de descubrimiento de la identidad, y empieza el despertar afectivo y sexual, las conductas enseñadas en esta película están lejos de lo real. Numerosos son los teóricos y filósofos que entienden el rol de los medios de comunicación, y cómo estos influyen, modifican y forman las conductas de los individuos. Así, se socializan códigos, para que se instalen como la nueva norma. Una niña en edad de pubertad que vea esta película podría verse confundida y preguntarse “¿esto es lo que debo hacer para ser aceptada?”, pues se muestra cómo estas cuatro actrices disfrutan la atención que tienen en redes sociales.
Y este filme no es un caso aislado, son numerosas las situaciones en que menores de edad son enseñados con códigos sexualizados; es cosa de recordar los casos del verano pasado de la publicidad de Monarch, o de la marca C-Moran. Ejemplos de ideosex que, aunque transversalmente criticados, nos permitieron discutir sobre los límites entre la niñez y la adultez, categorías no menores cuando algunas teorías, como las propuestas por Shulamith Firestone, proponían abolir el concepto de infancia ―por lo que todo tipo de relaciones sexuales serían posibles, incluso con aquellos niños que las consintieran―. Hay que tener especial cuidado con lo que consumimos, más si puede trastocar la conducta de los menores de edad.