Ahora sí, es la democracia o el caos

Por Hernán Larraín F.

La Tercera, 27 de noviembre 2024

 

Ha caído el telón de las elecciones municipales y de gobiernos regionales, luego de los comicios del domingo pasado. De inmediato se abrió un nuevo escenario electoral, ahora más político, con las elecciones presidenciales y parlamentarias que tendrán lugar en un año más.

Las miradas se posan en las candidaturas, los pronósticos se centran en una u otra y ya nos colman los estudios electorales. Pero cuidado, es previo efectuar un alto en el camino para asumir la compleja y paralizante situación que afecta a nuestro régimen político. Podremos engolosinarnos con nuestros sueños, mas bajo la actual institucionalidad política, quien gane no va a poder cumplir sus compromisos asumidos ante la ciudadanía. No es cuestión de voluntad, como lo vivieron nuestros últimos gobernantes, incluido el actual: el sistema político impide darle gobernabilidad a cualquier proyecto, más allá de la autoridad a cargo.

¿Se puede gobernar sin que el sistema permita contar con partidos políticos fuertes y con amplio apoyo de la gente, evitando las montoneras y los grupúsculos? ¿Se pueden construir mayorías en el Congreso cuando lo integran decenas de diputados y senadores independientes, que responden a su ideario personal? ¿Resulta explicable que congresistas elegidos en un partido o coalición renuncien a estos y adopten otros compromisos, dejando sin representación a quienes los votaron teniendo en consideración también la entidad que les había permitido postular? ¿Se puede progresar cuando las grandes iniciativas legislativas duermen eternamente en el Parlamento?

La respuesta es la misma: ¡no! Lo distinto son las consecuencias, pues la ingobernabilidad impide establecer acuerdos básicos para superar cuestiones esenciales para Chile, como la creciente inseguridad, el aumento del crimen organizado y la corrupción, o la recuperación de una economía estancada, para que retome impulso y mejore las condiciones de vida de los que aún sufren la pobreza o de quienes habiendo logrado salir de ella, intentan preservar su posición y acceder a mejores oportunidades laborales y a servicios públicos de calidad. Estas realidades golpean primero a los políticos, luego a las instituciones, después a los gobiernos y finalmente a la democracia, pues como no entrega respuestas efectivas a la gente, favorece a populistas y autoritarios que, en este escenario, venden mejor su “pomada”.

Este análisis peca de manoseado, lo admito, pues ha sido repetido una y otra vez en estos años. Incluso hay bastante consenso en torno a lo que se debe hacer, pero el tiempo pasa inmisericorde y las palabras flotan en el vacío. Queda poco tiempo y cabe preguntar: ¿el gobierno va a seguir mirando para el cielo ignorando esta situación, porque podría favorecerle el statu quo considerando las encuestas presidenciales conocidas? ¿Los partidos y parlamentarios que están en el Congreso, van a legislar favoreciendo sus intereses como incumbentes o van a poner a Chile primero?

Según la respuesta a estas interrogantes sabremos si en un año más fortaleceremos nuestra democracia o facilitaremos el caos, y a quiénes responsabilizar por ello.