En abril de 2017, junto a la disidente cubana Rosa María Payá, desde la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia (LAC), se le solicitó formalmente a la entonces Presidenta Michelle Bachelet una audiencia en el Palacio de La Moneda. La petición fue rechazada. Una anécdota dirán algunos, para nosotros un síntoma de su compromiso con los Derechos Humanos en Latinoamérica. Tildar a Fidel Castro como “líder de la dignidad y la justicia social” tras su muerte, callar ante los regímenes de Nicolás Maduro y Daniel Ortega, y firmar la declaración en pro de la liberación de Lula son antecedentes de su gestión que los demócratas no podemos desconocer.
Porque sabemos que, históricamente en la región, el autoritarismo y la corrupción han sido los cánceres que han socavado la dignidad de los ciudadanos de Latinoamérica, sus libertades civiles y sus horizontes de vida, esperamos que su ratificación como Alta Comisionada en la ONU la haga cambiar de parecer con respecto a estos temas, y así como su legado en la defensa de los Derechos Humanos fue una sombra en América Latina, esperamos sea luz para la región desde su nuevo puesto en Ginebra.