Señor Director:
La solicitud de la eliminación de la estatua del comandante José Toribio Merino del Museo Naval y Marítimo es un menoscabo a la memoria, por cuanto daña la historia en un afán de hacernos olvidar.
El olvido, en la antigüedad, era un recurso al cual acudir para castigar a alguien. Desde la antigua Roma es posible evidenciar la eliminación de toda referencia pública a lo que el gobernante de turno consideraba un enemigo. Este castigo a la memoria (damnatio memoriae) produce dos problemas: los pueblos pierden parte de su historia que no puede recuperarse y se atenta al derecho a recordar. Parecerá algo alejado en el tiempo, pero polémicas como la ya referida que atentan contra qué recordar, durante este año, han sido muchas.
Otro ejemplo de esto es el cambio de nombre al aeropuerto de Santiago por “hacerle bien a la memoria”, y esta ola no es, lamentablemente, solo en nuestro país. En California se aprobó el retiro de la imagen de Cristóbal Colón por representar «al responsable de un genocidio».
Es preocupante el resurgimiento de una idea utilizada por los regímenes totalitarios para imponer una memoria social controlada. Esta misma lógica aplicada en los casos descritos ―como los usados para intentar prohibir y eliminar las alusiones al senador Jaime Guzmán―, paradójicamente, dicen que es para defender la memoria, sin comprender que la están aniquilando.