El diputado Guillermo Teillier, a propósito de la captura de Raúl Escobar Poblete – uno de los autores materiales del asesinato de Jaime Guzmán – ha señalado que dicho crimen “es consecuencia de lo que pasó en Chile el año 73 (…). Todos estos son daños colaterales”. De sus palabras se puede inferir, primero, que la violencia política tiene justificación. Lo cual es grave. Y segundo, que la vida humana puede ser desechable para lograr ciertos fines, por ejemplo ideológicos. Lo cual es más grave aún. ¿Debieran sorprendernos los dichos de Teillier? No es un misterio la relación tortuosa que la izquierda ha tenido con la violencia, que el marxismo ha justificado y ejercido históricamente.
Aunque él es una autoridad democráticamente electa, sus declaraciones no se ajustan a los valores básicos de una sociedad democrática. Por el contrario, revelan que sigue latente su pasado extremista dispuesto a violar los derechos de las personas y a poner en riesgo la paz y convivencia social con tal de imponer su ideología. Su forma de entender nuestra historia reciente no se diferencia mucho de la visión que tenían Manuel Contreras y la DINA.
En efecto, a propósito de violaciones a los derechos humanos ordenadas por él, Contreras las disculpaba diciendo: “Todo lo que significa tratar de ayudar a la gente justifica lo que se hizo. Porque se ayudó al pueblo de Chile”. La conclusión parece clara: pensar y actuar del mismo modo que tu adversario te convierte en lo mismo que él. Ambos estuvieron dispuestos a transgredir la dignidad de las personas utilizando la violencia con tal de conseguir resultados políticos. Y jamás han mostrado arrepentimiento alguno.