La discusión constitucional en curso, llamado desde el Gobierno “proceso constituyente”, parte de un diagnóstico que no arroja luces definitivas sobre su verdadera necesidad. Más bien, podemos sostener que existen serias dudas acerca de su relevancia final tomando en consideración los bajos niveles de participación, el paupérrimo respaldo ciudadano a la autoridad presidencial y cierta obstinación para atribuir a la actual Constitución la causa de todos nuestros males sociales. El proceso parece ser más bien un ejercicio voluntarista del Gobierno que en definitiva no ha concitado interés ni ha coincidido con las preferencias ciudadanas.
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