Por Jorge Jaraquemada
Publicado en La Tercera, 15 de julio de 2023
Al presentar el libro póstumo de Patricio Aylwin sobre la UP, Michelle Bachelet dijo “hubo muchos actores que desestabilizaron voluntariamente la democracia chilena, pero Allende no está entre ellos”. La izquierda intenta proyectar su actual espíritu socialdemócrata al socialismo previo a 1973. Pero en esos días estaba embelesado con la Revolución Cubana y sus posiciones eran tajantes. El XXII Congreso del PS (1967) señaló “La violencia revolucionaria es inevitable y legítima (..). Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico”.
Y si bien ese no fue el camino que privilegió Allende, sus discursos eran amenazantes. En La Habana, a fines de 1972, dijo “a la violencia reaccionaria responderemos utilizando primero la ley, después utilizaremos la violencia revolucionaria”. Y en Santiago, en junio de 1973, añadió “si desatan la violencia contrarrevolucionaria, utilizaremos las fuerzas que tiene el Estado y las fuerzas de refuerzo del pueblo: ¡utilizaremos la fuerza revolucionaria!”.
Un revolucionario intenta subvertir el orden. No puede socavar la institucionalidad y, a la vez, defenderla. Su objetivo era el socialismo y habrá que admitir que ese socialismo que el mundo padeció durante la Guerra Fría fue enemigo de la democracia. Por eso la izquierda evita referirse a los atropellos de la UP que quebraron el Estado de Derecho y colapsaron la democracia, y que fueron representados severamente a Allende -como líder del gobierno- por otros poderes del Estado. Lo dicho por la expresidenta refleja la resistencia de la izquierda de someter al escrutinio histórico y político la figura de Allende, pues su obsesión es deslegitimar la intervención militar separándola, como si fuera autónoma, de los hechos y actores que la hicieron inevitable.