La exhibición del rostro de varios políticos traspasado por una lanza –entre ellos el del senador Jaime Guzmán, a un día de conmemorarse los 28 años de su asesinato– durante la presentación del grupo “Fiskales ad hok” en el festival Lollapalooza, es francamente inaceptable. No sólo porque representa un ataque a la mínima convivencia democrática sino, además, porque se enfoca en la juventud como receptora de su mensaje de odio. Este triste acontecimiento debe entenderse en el marco de un ambiente sociopolítico que viene naturalizando la violencia desde hace algún tiempo en nuestro país.
Se ha comentado mucho el tono agresivo de las discusiones en redes sociales, las marchas de distintas causas suelen terminar violentamente, autoridades han sufrido ataques, la tumba y el Memorial de Jaime Guzmán han sido innumerables veces atacados. No nos confundamos, esta trama violenta se viene sedimentando a nivel elitario, sólo así se entiende la actitud de diversos diputados que han hecho mofa de su asesinato y solidarizado con sus asesinos participando en campañas internacionales emprendidas por la izquierda. Así también que algunos medios traten como justicieros sociales a terroristas que han violado la más elemental justicia.
Debiera ser una preocupación transversal ocuparse de la diseminación social de la violencia. Pues lo presenciado en Lollapalooza es consecuencia de un impulso político modulado y pensado por un espectro político que actúa en complicidad mediática con algunos medios de comunicación. El horizonte es claro, naturalizar la violencia. El origen también: a falta de proyecto político, la alternativa es atacar personas.
Jorge Jaraquemada, El Mercurio, 2 de abril