La danza de candidatos y ministros oficialistas hablando de los beneficios de la gratuidad ya es cosa del día a día. Incluso las historias de familias humildes en las noticias, que de otra forma jamás podrían haber ingresado a la Educación Superior, han sensibilizado a cualquier escéptico. La ilusión de estudiar gratis está en boca de todos. Pero la letra chica y los costos de la gratuidad son crueles. Muy crueles.
Porque de los beneficiados, ya 3 mil en este 2017 perdieron el beneficio por exceder el plazo de egreso de sus carreras. Aquellos que en algún momento sacaron de su espalda la mochila que significaba aportar a su educación, hoy se la vuelven a poner a través de un crédito solidario que brinda el Estado para poder continuar con sus estudios.
Y ellos se suman a los 13.782 jóvenes que en 2016 también dejaron de estudiar gratuitamente en la Universidad o perdieron sus becas de estudios. De ellos, solo el 49,9% accedió a este crédito estatal. Cabe preguntarse cómo nos hacemos cargo –responsablemente- de aquellos que sufren por la enfermedad de un familiar o las madres y padres universitarios, para que todos aquellos imprevistos no signifiquen el fin del sueño de ser profesional.
El segundo costo alternativo serán las pérdidas millonarias que afecten a las universidades, en primer término tras la privación del Aporte Fiscal Indirecto que ya afectó con miles de millones de pesos a instituciones como la Universidad Católica, la Universidad de Chile y la Universidad de Los Andes. Y en segundo término tras la fijación de precios por parte del Ministerio de Educación, lo que según un estudio de Acción Educar, ya ha causado pérdidas por $38 mil millones, cuyos montos aumentarían en razón de $23 mil millones por año.
Y por último, y más grave, es la falsa ilusión de que el título profesional lo es todo en Chile. Según el INE, en el último trimestre móvil de julio-agosto-septiembre de este año, hay cerca de 595 mil desempleados en Chile; de ellos, 223 mil aproximadamente pasaron por la Educación Superior entre IES técnicas, universitarias y postítulos. 223 mil cesantes ilustrados. Sin duda un costo invisible, impulsado por un campo laboral acotado que no da abasto ahora, ni lo hará en el futuro.
Situaciones que lamentablemente no se visibilizan, y en el ágil andar del día a día, se pierden. Por eso es que más allá de las consignas ideológicas, o las típicas condescendencias con los gobiernos de turno, es importante que las instituciones y Federaciones de Estudiantes, entes desequilibrantes en la discusión pública, se pronuncien en favor de sus estudiantes y sus casas de estudio. Porque la letra chica de la gratuidad está siendo cruel. Muy cruel.
Francisco Ramírez, El Dínamo, 08 de Noviembre de 2017