Si bien hoy se le atribuye haber sido un protagonista clave en el diseño de nuestra actual institucionalidad y se ha ganado el reconocimiento de ser uno de los intelectuales públicos y políticos más importantes del siglo XX, la dimensión humana y espiritual de Jaime Guzmán solo refuerza todas las distinciones que como figura pública se le han hecho. Jaime Guzmán creyó y promovió sus ideas y principios, pero sobre todo logró algo que es mucho más admirable y difícil conseguir, a saber, vivir bajo el imperativo de dichas ideas y principios.
Los variados testimonios sobre Jaime Guzmán, considerando incluso la transversalidad de sensibilidades políticas que los cruzan, dan cuenta sin excepción alguna, de la calidad humana del fundador del gremialismo, de su profunda espiritualidad y cristiandad. Pero además, sus dotes de orador le permitieron ser portavoz de cuanta organización integró, de amistad genuina que supo cultivar con sus cercanos, y muchas pasiones más allá de la política o el derecho, conforman la biografía de un hombre íntegro.
Por todo esto, el presente escrito tiene como finalidad recorrer ese camino que está lejos de su lado más político, sino que, muy por el contrario, avanza por sus gustos más mundanos: el deporte del balón, la música, la enseñanza y los viajes. Una manera más amena de revisar la biografía de un hombre que, el pasado 28 de junio de 2020, hubiese cumplido 74 años de vida.