En América Latina la corrupción es un fenómeno crecientemente sistémico, es decir, ha permeado a las principales instituciones, anulando su capacidad de reacción, la sociedad la tolera, la impunidad es alta y las probabilidades de sanción son escasas. La corrupción provoca un gran daño a la estabilidad democrática porque horada la credibilidad y buen funcionamiento de las instituciones, y socava la confianza de la ciudadanía. Esta situación se agudiza en una sociedad donde el Estado es quien controla las principales actividades económicas. En efecto, mientras mayor es el grado de intervención del Estado en la economía y más espacio existe para la discrecionalidad de las autoridades en el ejercicio de sus facultades, existirán más posibilidades de arbitrariedades para otorgar prebendas.
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