Por Daniela Carrasco
10 de enero de 2023
Los resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) develan, tristemente, la lamentable y contundente debacle de la educación pública en Chile. Antes, establecimientos como el Instituto Nacional solían liderar los rankings, no obstante, hoy se sitúa en la posición 201. El Liceo 1 cayó más de 400 lugares. Lo mismo ha ocurrido con otros liceos emblemáticos como el de Aplicación, Barros Borgoño o Barros Arana, los cuales han descendido dramáticamente sus puntajes.
Asimismo, la PAES no logró reducir la brecha entre colegios municipales, subvencionados y privados, de hecho ha empeorado. Solo hubo tres municipales entre los 100 primeros. El director del mejor de ellos, el liceo Augusto D’Halmar de Ñuñoa, curiosamente está sumariado por la alcaldesa frenteamplista de dicha comuna y todo apunta que es por motivos políticos.
Las causas son variadas, desde la instrumentalización ideológica de los mismos establecimientos como de los alumnos, la tómbola que no permite elegir a los padres la educación de sus hijos y la pérdida de respeto a las autoridades.
Esta situación refleja el impacto de una década de ataques a la educación pública y el costo que nos ha hecho pagar el testarudo conato revolucionario de la nueva élite política (que hoy gobierna) que se ha dedicado a deteriorar la educación pública. Sin rendir cuentas aún a nadie, esta “nueva” izquierda se ha permitido defraudar en todo, incluso en su bandera histórica de lucha y que se supone era de lo que más sabían: la educación.