Por Daniela Carrasco
Publicado en La Gaceta, 27 de abril de 2022
Desde octubre de 2019, los niveles de conflictividad política en Chile han ido escalando dramáticamente. Y si bien, en los dos años de pandemia se vio un supuesto “suspenso”, la intensidad del conflicto no ha declinado. Pues, en pleno 2022, se encuentran numerosos focos donde la violencia y la polarización no se han podido mermar. Por ello, se puede sostener —nuevamente— que el acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución (de noviembre de 2019) fue un rotundo fracaso.
A meses de realizarse el plebiscito de salida, en el que los chilenos votarán si aprueban o rechazan la nueva Constitución que ha estado escribiendo la Convención Constitucional, los niveles de violencia en la sociedad chilena ha escalado radicalmente.
Por un lado, en la zona norte del país —en la frontera con los países vecinos—, se ha generado una crisis migratoria que ha tenido efectos negativos en las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá y Antofagasta, principalmente. Pues, la inmigración irregular ha afectado tanto a los chilenos que habitan en la zona como a los inmigrantes que han ingresado siguiendo la legislación nacional. La violencia entre personas, el aumento de la delincuencia y los delitos graves no comunes en Chile se han presenciado a propósito de esta situación.
Recordada es la imagen de finales del año pasado cuando se generaron enfrentamientos entre inmigrantes irregulares contra chilenos e inmigrantes regulares en las calles de Iquique. Pues los primeros se han instalado con carpas en las principales calles y plazas de la zona, por lo que la convivencia se destruyó por completo. Por esta situación, el expresidente Piñera dictó en febrero pasado un Estado de Excepción junto al decreto N°265, que establece la colaboración de fuerzas militares en la frontera.
No obstante, el pasado 15 de marzo no se renovó la medida, pero el Gobierno de Gabriel Boric aseguró mantener en curso dicho decreto. Para evaluar la situación en el norte, el presidente chileno recorrió la zona. No obstante, en su paso por la región de Coquimbo, fue interpelado con un piedrazo en su espalda.
Igualmente, otro foco de violencia preocupante para el país ha sido el que se ha germinado en las aulas escolares. Desde mucho antes del 18-O de 2019, grupos insurreccionales y anarquistas se tomaron las salas de clases, adoctrinando a los estudiantes y destruyendo la educación pública. Este ha sido el caso de establecimientos como el Instituto Nacional —liceo que ha educado a 18 presidentes de Chile—, que han sido capturados por colectivos violentistas.
Entre ellos, destacan los “overoles blancos”, grupos de personas —no necesariamente alumnos secundarios— que usan justamente este tipo de vestimenta y suelen rayarles encima símbolos anarquistas como la “estrella del caos”, además de usar capuchas. Estos grupos se enfrentaron a Carabineros cuando se promulgó la ley “Aula Segura” (a finales de 2018), con bombas molotov e incendiarias.
Empero, para la actual fecha, desde los medios de comunicación se creía que los overoles blancos habían “desaparecido” —más que nada, se habían olvidado de ellos—, pues distintos portales señalaron que “los overoles blancos reaparecieron” el pasado lunes 25 de abril, en el contexto de la convocatoria a un paro nacional. Y, como era de esperar, estos violentistas se enfrentaron contra Carabineros en pleno centro de la ciudad de Santiago, dejando fuertes imágenes de ataque.
Sin embargo, esta es una de las múltiples expresiones insurreccionales que se han observado en Chile. Pues, los grupos Antifa también han estado presentes en la calle, colectivos de guerrilla urbana que buscan “resistir” contra las instituciones e imaginarios que, según sus narrativas, los mantienen en opresión. Entre sus consignas se encuentran “ACAB” (All cops are bastards, “Todos los policías son bastardos”), “1312” (que, por el orden de las letras del abecedario, deletrean “ACAB”), que suelen rayar en las paredes de las calles.
Los antifas son colectivos sin jerarquías ni organicidad, pero que tienen grados de cooperación horizontal. Entre sus estrategias de guerrillas urbanas, encontramos distintos roles, algunos defensivos y otros usan tácticas de agresión. Durante la insurrección de octubre de 2019, fueron actores gravitantes de la insurgencia en lo que se conoció como la “Primera Línea”. No obstante, si bien se puede creer a priori que atacan a fuerzas policiales, esto no es así.
Tenemos un ejemplo pre 18-O, pues en la Marcha por Jesús, de octubre de 2018, atacaron a familias completas (madres y padres con bebés, niños y ancianos), por ser principalmente grupos con valores cristianos.
También, tenemos un ejemplo más reciente, pues el sábado pasado se realizó una segunda “Marcha por el Rechazo” (a la nueva Constitución) en la ciudad de Santiago. Sin embargo, la concentración de ciudadanos pacíficos fue violentamente interrumpida por la aparición de una turba de Antifas, que se enfrentaron con palos y otros elementos contra los asistentes. Tal fue el nivel de violencia que un joven del Rechazo quedó gravemente herido e internado de urgencia.
Por otro lado, y como si fuera poco todo lo ya relatado, en la zona sur del país también se observan focos de violencia con el “conflicto mapuche”, que no cesa. El exgobierno de Piñera comprendió que la situación en el lugar es sumamente delicada, por ello, también decretó Estado de Excepción en La Araucanía.
Así, Gabriel Boric al asumir la presidencia, entre sus primeras acciones, revocó la medida. Probablemente, pensaba que él sí podría “dialogar” con la guerrilla mapuche. Pero cuando la ministra del Interior, Izkia Siches, fue a “dialogar”, fue recibida con balazos. De hecho, la insurrecta Coordinadora Arauco Malleco (CAM) sostuvo explícitamente que rechazan el diálogo con el gobierno de Boric y que «reafirmamos nuestro camino político militar del weychan (lucha)».
Asimismo, desde la derogación del Estado de Excepción, la violencia ha explotado radicalmente: incendios a casas, cabañas y terrenos, animales quemados, balazos a camioneros y enfrentamientos con Carabineros es la tónica de todas las semanas. Por ello, llama la atención que el Gobierno opte por el diálogo cuando los grupos a-sistémicos están en contra del Estado, independiente del signo de los gobernantes.
Dado lo anterior, se puede reflexionar si la falta de estrategia del Gobierno para enfrentar la violencia es una debilidad, o si en realidad implica un apoyo sibilino a ella. Pues, bien conocida es la erótica relación que ha tenido el mismo presidente Boric con la violencia.
Cuando recibió sonrientemente la polera con el rostro del senador Jaime Guzmán baleado (asesinado por el grupo terrorista FPMR); cuando visitó al terrorista Ricardo Palma Salamanca en París (asesino material de Guzmán, quien fue condenado a dos cadenas perpetuas, se escapó de la Cárcel de Alta Seguridad en 1996, y apareció mágicamente en Francia pidiendo asilo en 2018); o el llamado explícito a la desobediencia civil en el 18-O son unos de tantos ejemplos.
En definitiva, todo parece indicar que la paz no regresará a la sociedad chilena en un mediano plazo y que el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución han fracasado en su misión. No solo porque los chilenos viven en una anomia incontrolable capturada por la violencia, sino porque la opción “Rechazo” la nueva Constitución continúa superando por semana consecutiva a la alternativa “Apruebo”.