Por Felipe Lyon
Publicado en La Tercera, 07 de enero de 2022
El triste espectáculo que dio la Convención Constitucional para elegir a sus nuevas autoridades permite algunas reflexiones.
Primero, es el mejor ejemplo de lo complicado que sería inclinarse por un sistema parlamentario para Chile. Una situación como ésta -proyectada a la elección de un eventual primer ministro- podría implicar meses con un gobierno acéfalo, cuestión que nuestro país no puede permitirse.
Segundo, da cuenta de lo compleja que será la aprobación de las normas constitucionales, pues éstas requieren el acuerdo de 2/3 de los constituyentes a diferencia de la elección de la mesa directiva que solo necesita un voto más que la mitad. Esto muestra que el problema para alcanzar mayorías no son los quórums, sino la falta de voluntad de grupos que han acumulado demasiado poder y no parecen dispuestos a ceder.
Por último, es una fiel demostración del nulo interés de la mayoría de la izquierda en colaborar con la derecha. Muchos han criticado que “la derecha no ha cruzado el río” para lograr acuerdos, pero ¿acaso no tienen la misma responsabilidad las izquierdas? Lo concreto es que en la elección de esta semana la derecha estuvo dispuesta (y votó) por candidatos muy lejanos a sus ideas. Pero la disposición de los grupos que conducen la discusión para negociar con ella fue nula. Esto último es especialmente relevante.
Aunque termine siendo aprobado, un texto constitucional que excluya estructuralmente en su elaboración a ciertas ideas, valores y grupos de personas (no olvidar lo que ha sucedido con las audiencias), tiene pocas posibilidades de ser la respuesta que nuestro país necesita para recuperar unidad y paz.