Es fundamental comprender que toda sociedad se sostiene y prospera bajo algunos principios comunes fundamentales que todos debemos honrar y que no pueden estar entregados a la decisión de cada cual. Esos principios, afirmados y expresados con convicción en este manual, se refieren, principalmente, a ciertos fines o bienes de la sociedad y el Estado, pero, ante todo, a un profundo respeto por la naturaleza y el fin al que está llamada a alcanzar cada persona. En lo demás debe haber libertad; libertad que, en términos generales, es de medios para alcanzar ese fin.
La tarea que se propone no es fácil, dada la penetración que en parte de nuestra sociedad ha tenido la posición relativista. Si nuestras concepciones de la persona y de la sociedad se sustentan en una libertad desvinculada de la verdad sobre cuáles son los bienes de la persona humana —es decir, si la entendemos como simple voluntad individual que no está dispuesta a sujetarse a ningún tipo de limitación, salvo aquella que emana del propio arbitrio personal— entonces no hay proyecto social o político que merezca ser privilegiado.
Por lo tanto, la tolerancia propia de una sociedad plural no puede ser confundida con la validación pública de cualquier elección o comportamiento, bajo una aparente neutralidad que esconde el abandono de lo más profundo de la tarea humana, de aquello por lo que vale la pena vivir, la búsqueda incesante por una vida justa y buena. La sociedad se enriquece por las distintas visiones y comportamientos, pero se destruye en el vacío de la inexistencia de proyectos comunes.
Para afirmar esto se requieren convicciones firmes y un gran sentido de autoridad. Se requiere de voluntad y de liderazgo político. Como Jaime Guzmán señaló en su momento, en política es necesario estar dispuesto a hacerse cargo de ciertas incomprensiones y falta de popularidad pues “el liderazgo político consiste en guiar a la opinión pública en lugar de alabarla servilmente o dejarse llevar por sus vaivenes” (dia- rio La Tercera, 23 de abril de 1989).
Lo que no se debe perder de vista es que la motivación de toda actividad política será siempre ética antes que técnica, y que todo discurso político presupone una concepción sobre el ser humano. Lo que está y seguirá estando en juego en todo debate y proyecto político, más allá de cualquier coyuntura, es la visión de persona y de sociedad que propone cada sector político.
En ese sentido, el Manual de Formación: Principios Fundamentales que la Fundación Jaime Guzmán hoy ofrece, pretende ser un aporte a la necesaria defensa y promoción de nuestros principios, los cuales consideramos, deben estar presentes en todo nivel de la labor política.