Pese a que el gobierno -con clara intención electoral- puso “suma urgencia” a la reforma del Capítulo XV de la Constitución para dar paso a una convención/asamblea constituyente, la comisión de Constitución de la Cámara rechazó el inciso del artículo del proyecto en que se convocaba a la convención con dos votos de abstención de la DC, fundamentadas en la falta de solidez jurídica del proyecto.
El proyecto fue presentado en abril y tuvo muy poco movimiento durante el año, lo que denotó falta de voluntad del Ejecutivo no solo para impulsar la iniciativa, sino también para decir de una vez por todas cuáles son los aspectos constitucionales de fondo que serían parte de una nueva Constitución. Después de cuatro años estamos donde mismo, discutiendo el mecanismo de reemplazo. En paralelo, el gobierno ha cambiado al menos tres veces la entrega de su texto de nueva Constitución, lo que da cuenta de que se encuentra muy distante de las prioridades del país y del propio Ejecutivo. ¿Nos merecemos una discusión constitucional así?
El “momento constituyente” (definido así por los constitucionalistas de izquierda) se encuentra en sus estertores finales e invita a una reflexión relativa no solo a la falta de conducción -ni siquiera fue el ministro del Interior a la votación- y a la improvisación con la que el gobierno llevó el proceso, sino respecto de la verdadera pregunta: ¿Es realmente la Constitución vigente un espacio de desencuentro entre los chilenos? Parece que la realidad terminará por respondernos y reafirmará con esto su legitimidad basada en 27 años de estabilidad política y democrática en nuestro país.