El pasado martes 1 de junio, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, señaló que “ha llegado el momento para que el matrimonio homosexual se apruebe”, en el contexto de su última Cuenta Pública. Estos declaraciones generaron una gran sorpresa, pues, a meses de la elección presidencial, decidió otorgarle carácter urgente a este proyecto de ley, que ingresó al Congreso en 2017. No obstante, esta iniciativa claramente no comulga con los fundamentos de las derechas, por lo que no es una demanda propia del electorado ni de las ideas que se supone que el presidente representa.
En la cadena nacional a todo Chile, el presidente Piñera hizo un breve análisis de las últimas tres décadas, recordando a los distintos mandatarios desde el retorno a la democracia plena. Por ello, concluyó que “todos los Gobiernos, desde que recuperamos la democracia, aportaron para hacer un país mejor”. Y en esta línea, hizo una reflexión sobre la actual situación sociopolítica chilena, a propósito de las revueltas del 18-O y de la pandemia.
Por ello, indicó que, a pesar que estamos en tiempos difíciles, son tiempos de cambio, en todo sentido. Por consiguiente, el mandatario señaló que: “Hoy pienso que debemos profundizar sobre el valor de la libertad, incluyendo la libertad de amar y formar familia con el ser amado. Y también en el valor de la dignidad de todas las relaciones de amor y afecto entre dos personas”.
Tras estas afirmaciones, el presidente chileno procedió a señalar que le dará carácter de urgente al proyecto de “matrimonio igualitario”, lo que permite que esta moción tenga carácter de prioridad en su tramitación en el Congreso.
No obstante, en Chile ya existe el “Acuerdo de Unión Civil”, desde el año 2015. Esta figura permite que dos personas, de igual o diferentes sexos, pacten un contrato solemne y puedan ver su vida en común resguardada jurídicamente. Por lo que adquieren el estado de “convivientes civiles”, lo que implica, a su vez, un lazo de parentesco legal.
Dado lo anterior, es dable cuestionar el rol de los partidos políticos, en especial los de la derecha política chilena. Pues, el anuncio de la Cuenta Pública es sintomático en varios de estos sectores. Dicho de otro modo, existe una tendencia a inclinarse por el pragmatismo para surfear el tsunami político a pesar de que esto implica ignorar la doctrina.
Recordemos que para las derechas (tanto para las más conservadoras como las más liberales) tienen como fundamento la naturaleza del propio ser humano, la que funda sus cosmovisiones antropológicas como filosóficas.
Por ello, el matrimonio se concibe por sus fines, tal como lo explicita el Código Civil chileno el que señala que justamente sus objetivos son la procreación que se da naturalmente entre la unión y complementariedad entre un hombre y una mujer, como así también, la vida en conjunto y el auxilio mutuo. Y esta institución es la que origina la familia, la que se concibe como el núcleo fundamental de la sociedad. Por eso, la aún vigente Constitución chilena la reconoce como tal, otorgándole importancia y proyección en el tiempo.
Sin embargo, por los difusos tiempos que corren, es incluso entendible que el relativismo haya penetrado en los idearios de derecha, pues la agenda deconstruccionista suele avanzar sin ser fácilmente percibida. En consecuencia, es menester reflexionar, también, por qué la familia es relevante.
No se puede poner en duda que el ambiente óptimo para la crianza de un niño es al lado de su padre y su madre. Numerosos estudios, de las más prestigiosas universidades y centros de estudios, han dado cuenta de esta realidad, promoviendo políticas públicas con enfoque familiar porque impactan positivamente en todas las dimensiones del niño. Solo por nombrar algunos ejemplos que señala esta literatura, es una tendencia que aquellos que crecen con una madre y un padre presente suelen empezar el consumo de alcohol más tarde que aquellos que tienen ausencia de uno de sus progenitores, también hay menores posibilidades de abusar de esta sustancia, como también de consumir de drogas. Asimismo, incluso impacta en la reducción del embarazo adolescente y previene problemas de salud mental en la adultez del niño.
Por eso, se debe proteger y promover la familia bajo estas concepciones ―fundado en el matrimonio entre un hombre y una mujer― porque tiene una importancia en la sociedad. En consecuencia, no corresponde al Estado dañar una institución fundamental para las personas, al contrario, la debiese proteger. Igualmente, si bien la base del matrimonio debe ser el amor y el respeto por la pareja, este no busca regular los afectos, sino más bien proteger a los miembros de la familia de las pasiones que pueden llevar a malas decisiones.
Justamente, el proyecto de matrimonio homosexual busca insertar el relativismo basándose en las subjetividades, como los afectos y deseos. Sus promotores alegan que existe una supuesta discriminación a parejas gays o lesbianas por no poder contraer matrimonio, mientras que otros señalan que es momento de que la institución se actualice a las modas actuales.
Empero, esta iniciativa no solo busca que parejas del mismo sexo contraigan matrimonio, sino también que un niño pueda ser adoptado por un matrimonio heterosexual u homosexual, sin la necesidad de reformular la ley de adopciones, ignorándose que el interés superior es que un niño tenga una madre y un padre, es decir, el derecho a ser adoptado, no el derecho a adoptar.
En definitiva, un proyecto que busque legislar el matrimonio homosexual no apunta al bienestar social. Más bien, influye en el proceso subversivo que Chile viene sufriendo, explícitamente, desde las revueltas del 18-O. Porque se ha buscado subvertir, literalmente, el sistema de creencias y el sentido común desde los afectos y deseos de manera imperceptible, pero a su vez, ha tomado un camino institucional.
Una de las lecciones que nos dejaron los comicios de Convencionales Constituyente es que el electorado de derechas está prefiriendo liderazgos que tienen posturas y valores claros, que no teman decir que son de derecha y que no se dejan seducir por las ideas progresistas. Este escenario implica un gran riesgo para las derechas, pues quienes cedan a estas presiones a través de una hibridez de discursos y perfomances, dejarán de representar a su electorado, condenándose a gobernar en solitario en medio de esta anomia.