Por Carlos Bombal Otaegui
Santiago, 3 de Junio de 2021
Aunque para la mayoría de los chilenos el nombre de Jovino se asocie a la política, nuestro querido amigo que acaba de partir hacia la vida eterna era mucho más que esa sola faceta de su vida.
Un hombre de múltiples intereses y preocupaciones, fue su amor a Chile, a su historia, a la admiración que sentía por sus forjadores, y su preocupación por la justicia, por la igualdad de oportunidades y por la defensa de la libertad, y no una mera ambición personal ni menos un afán de figuración o de fama, lo que finalmente lo condujo al servicio público. Por esa vocación, a la que decidió ser fiel, renunciando a tantas otras oportunidades de realización y éxito personal, sacrificó grandes oportunidades profesionales, su amor a la ópera, su pasión por el futbol, y la fascinación por la naturaleza, actividades todas en las que encontraba las mayores alegrías y los mayores placeres.
La defensa de los principios de una sociedad libre, el coraje para defender esos principios aún en los escenarios más adversos, lo convirtieron en un verdadero modelo para nuevas generaciones de servidores públicos.
Fuera como presidente de la UDI, como senador o como presidente del Senado, nunca dejó de mostrar los valores que lo identificaban como un ser humano magnífico que enriqueció a toda una generación con sus conocimientos, con su equilibrado criterio, su buen juicio y su serena mirada.
Heredero legítimo de la obra de ese gran coloso que fue Jaime Guzmán, ambos de una estatura virtuosa sin igual, recorrieron juntos primero los caminos de la Patria amenazada por el totalitarismo, con un genio libertador cargado de pasión solo comparable al de los grandes patriotas de nuestra historia, para luego participar en la reconstrucción nacional, liderando a la generación que acompañó a las Fuerzas Armadas, y de Orden en esa magna tarea, que culminó en la más reconocida transición de un Gobierno autoritario a la plena democracia.
Recorrer su fecunda y prolifera vida será tarea de otros. La nuestra, en esta hora dolorosa pero cargada de un profundo sentimiento esperanzador, es rendir tributo agradecido a la figura de un servidor público que amó entrañablemente a su país, y que rindió su vida hasta el último instante, en un compromiso noble y fiel a una causa que defendió con valentía, honor y lealtad.
Precisamente porque nunca tuvo dobleces ni renuncios, fue objeto de maquinaciones y montajes movidos por manos siniestras, que nunca lo pudieron doblegar.
Porque era un hombre íntegro y decente, fue capaz de vencer y salir airoso de esas duras pruebas, sin que de sus labios jamás surgiera una palabra de odio ni una expresión de rencor, hacia quienes intentaron difamarlo de un modo tan injusto y brutal. Por el contrario, anteponiendo siempre los intereses superiores del país, y el bien de los más necesitados, supo sobrellevar esas duras cargas, experiencia que le ayudaron a templar una fortaleza superior, que volvería a ser puesta a prueba, cuando ya preparaba su retiro de la política activa, volviendo a dar muestras de su estoicismo e hidalguía.
Comparten ya un lugar en nuestra historia dos figuras sobresalientes en la vida política nacional. Jaime Guzmán y Jovino Novoa. El primero sublimado por su martirio, el segundo, por haber conseguido que esa sangre derramada fuera fecunda y contribuyera a consolidar la democracia chilena. Ha partido un amigo entrañable e insustituible. Nos ha dejado un gran servidor público, un político de categoría superior, una gran persona.
En Jovino Novoa se cumplió aquella enseñanza del célebre Séneca, cuando desde su oráculo proclamó a Roma: “Marchítase la virtud si no tiene adversario y conócese cuan grande es y las fuerzas que tiene, cuando el sufrimiento muestra su valor”.
Habiendo conocido junto a su Angelita de la vida dolores inconmensurables, ambos cargando penas que rompen el alma, en unión impecable con sus demás hijos, supieron adentrarse en la eternidad anticipándose al misterio Redentor con apacible silencio, sin abandonar jamás el pesado diario vivir, haciéndole frente a la vida con heroica actitud, sin queja alguna.
Angelita, ustedes dos nos dejan una enseñanza difícil de ser igualada.
Si algo sobrecogedor debemos proclamar esta mañana antes que bajes al silencio mi querido amigo, es que te quisimos de verdad y mucho; que nos alegraste la vida; que confiamos en ti y jamás nos defraudaste; que tu simpatía será recordada como la mejor de las simpatías; que tu valor como ser humano nos encenderá cada vez que sintamos el peso de la vida; que tus ganas de vivir nos darán aliento cuando las fuerzas nos flaqueen; que tu ejemplo nos llenará la vida; que tu sonrisa estará siempre con nosotros.
Amigo del alma, descansa tranquilo y goza este paso que has dado, que buena compañía te espera.
Habiendo luchado por la libertad de tu país, habiendo derrotado a las fuerzas del mal, habiendo querido a los tuyos con ese amor profundo, esa será tu mejor presentación ante el Señor que siempre te reconoció como un hijo predilecto.
Por eso te confió todo lo que te confió en esta vida, tu mujer, tus hijos, tus nietos y tu Patria.