Ya finalizada la elección presidencial, es posible apreciar que Chile eligió el progreso, el sentido de desarrollo y la optimización de las políticas públicas, para así mejorar la calidad de vida de todos los chilenos. Atrás quedó un diálogo marcado por un tono cáustico y confrontacional. Uno de los aspectos esenciales del discurso que devolvió a Chile Vamos la gestión del país -por los próximos cuatro años- fue precisamente el corazón de las preocupaciones de la clase media: el empleo.
Algo no menor cuando el desempleo ha aumentado de manera sustancial, afectando principalmente a la región de Antofagasta. En efecto, el último boletín sobre empleo nacional elaborado por el INE, correspondiente al trimestre agosto-octubre, señala que la ocupación minera en el país llegó a 185 mil empleos, una disminución de un 8% en los últimos 12 meses, es decir, 15 mil empleos menos en solo un año, convirtiéndose en la cifra más baja desde enero del 2010, y muy lejos de los 261 mil empleos mineros que se llegaron a generar en septiembre del 2012.
Como si esto no fuera suficiente, Antofagasta lidera, por séptimo mes seguido, la tasa de desocupación regional, con un 8,7%, en circunstancias que el promedio nacional es de 6,7%.
Tal vez hubiese sido recomendable que este tipo de datos se encontrasen presentes al momento de elaborar el programa y la estrategia comunicacional de la frustrada candidatura presidencial de la Nueva Mayoría. En vez de eso, vimos que su prioridad no fue la creación de empleo ni retomar la senda del progreso, sino que continuar una serie de malas reformas estructurales y pésimas políticas públicas, las cuales distan por mucho de ser los incentivos que el país necesita.
Por otro lado, de acuerdo a un estudio recientemente publicado por la CEPAL, titulado “La Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe, 2017” -el cual presenta y analiza las principales tendencias de la inversión extranjera directa (IED) en América Latina- Chile tuvo una de las bajas más acentuadas de la región, con un 40,3% menos de IED que el año anterior.
Esto hace que, por segundo año consecutivo, el país muestre un retroceso en la materia, totalizando solo US$12.225 millones de dólares, el monto más bajo de los últimos diez años. Se debe tener presente que el 2015 la IED en Chile fue de US$20.469 millones. Además, dicho informe constata que las inversiones que fueron anunciadas en 2016 disminuyeron en casi un 40%, señalando también que la actividad minera «registró un marcado descenso en los últimos años» y que “la minería de cobre ha perdido dinamismo”.
Chile, en estas elecciones, decidió dejar atrás la continuidad de malas reformas estructurales y pésimas políticas públicas y optó por soluciones basadas en la evidencia y no en ideologías. El llamado entonces es a no olvidar las prioridades de la clase media y trabajar por un mejor país y una mejor región.
Sebastián Sotelo, El Mercurio de Antofagasta, 31 de Diciembre de 2017