Javiera Manzi, de la CF8M, hizo algunas conjeturas a mi carta del 30/04 que requieren aclararse. Por muy masiva que haya sido la revuelta, los actores tienen una responsabilidad, y lo que es cuestionable en ella es que siga llamando a la insurrección. El llamado a la desobediencia civil que hace hoy la CF8M, en octubre lo hicieron otros actores, y lo que partió como una evasión terminó en quemas, saqueos y destrucción.
El feminismo ha sido un movimiento social, con un respaldo en doctrina y teoría política. En su historia, se ha expresado de distintas maneras, pero lo que vemos explícitamente en la calle, desde el 2018, (shows performativos) son muestras de esta neo-expresión. Al parecer Manzi no distingue que describir una forma de expresión no pretende alterar aquello que llamamos definición, ni menos su historia. Explícitamente buscan destruir y deconstruir instituciones y comportamientos humanos, para “organizarse sobre nuevas bases”, tal como señala el panfleto de la CF8M sobre el 1º de mayo “feminista y transfronterizo”.
Hoy los chilenos somos más pobres que en octubre, pero no por el modelo que les encanta llamar “neoliberal”. En 1990, Chile tenía una pobreza del 40%, y en 2017 un 8,6% (Casen), gracias a dicho “modelo”. Más bien, ha sido la insurrección en curso que ha terminado con miles de empleos, generando incertidumbre y vulnerabilidad en las familias. Sin las revueltas, el escenario no sería el mismo ante la pandemia. En lugar de contribuir en medio de esta crisis y proponer soluciones, actores como CF8M, lejos de “globalizar la solidaridad”, solo crean antagonismos para profundizar la crisis.
Daniela Carrasco