Finalizadas las reformas estructurales que permitieron a los países latinoamericanos salir de la crisis económica de la década de los ochenta, surge el desafío de sentar las bases de un período de crecimiento estable, duradero y generador de oportunidades para todos. En eso consisten las llamadas reformas de segunda generación, y se orientan a reforzar la institucionalidad del Estado, modernizando el aparato público. Es necesario, entonces, mejorar la calidad de la democracia y desarrollar un sistema económico y social eficiente que genere oportunidades para todos.
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