El reportaje “No soy Binario” expuesto por La Segunda el viernes 31 de mayo es preocupante. Transitar de una noción de la naturaleza humana binaria (sexo femenino y masculino) hacia una apertura que pretende dejarla obsoleta (como también a la idea de que género), supera los límites de la libertad y deja a la sensatez como una virtud decimonónica.
Sentirse “no binario” implica no identificarse con ninguno de los “numerosos” géneros, o bien relacionarse con varios a la vez. Esto abre posibilidades infinitas como declararse agénero (ninguno), bigénero, trigénero, o género fluido (transitar permanentemente por varios géneros). La búsqueda no apunta a encontrar una identidad, más bien el tránsito experimentativo es en sí misma una forma de estar en el mundo. Por eso, tal como se mencionó en el reportaje, “ser binario es revolucionario”, pues el mensaje transmite la “no identidad”.
Quien acepte este nuevo modo de ser, da por sentado que Ser humano no implica ser nada, en la medida que puedo abandonar toda identidad, devaluando a la vez la Identidad misma. Creer que no somos sino lo que queremos es no hacerse cargo de que toda identidad se explica desde una naturaleza. Dicho de otro modo, toda identidad supone dejar a un lado todo lo que no se es, y aquello supone seleccionar lo que me constituye, de modo que, transitar constantemente es huir de una identidad, no ampliarla.
Si bien es entendible que hoy sea cool –y gratis- cuestionar nuestros fundamentos culturales y antropológicos, también debería repararse en los riesgos que implica asumir el fin de las identidades, porque es precisamente nuestra naturaleza (identitaria) lo que inspira el respeto por la persona humana, y con ello los valores y límites que le debe la Sociedad.
Daniela Carrasco, 06 de junio de 2019