El tiempo político no se detiene, a la vez que no sabemos tampoco dónde irá a parar. Con todo, caminamos en dirección contraria a cualquier posibilidad de lograr una mejor convivencia. La polarización, la relativización de la violencia, la negación del diálogo, la ausencia de significados y marcos comunes no tienen como horizonte democracia ni sociedad deseable alguna.
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