Por Daniela Carrasco
Publicado en La Gaceta de la Iberosfera, 27 de mayo de 2022
La última edición de la revista «Time» estuvo dedicada a las 100 personas más influyentes del mundo del último año, de las cuales, Gabriel Boric fue el único chileno destacado. La reseña estuvo a cargo del economista izquierdista y keynesiano Joseph Stiglitz, quien sostuvo que su triunfo “marcó un cambio de dirección para la economía de Chile y posiblemente del mundo”. No cabe duda de que Boric se ha distinguido por ser el presidente más joven de la historia de Chile y ha sido un líder para su sector, pero ha sido uno negativo para el rumbo del país.
La Revista Time es un semanario que fue fundado en 1923 por Briton Hadden y Henry Luce. Desde ese entonces, incontables numerales han sido dedicados a una sola figura pública, que tuviese impacto en determinado momento. Por ello, encontramos varias portadas polémicas, como la de Adolfo Hitler quien fue considerado el hombre del año 1938; mientras que Joseph Stalin obtuvo este reconocimiento en dos ocasiones, en 1939 y 1942. Este es el mismo caso del dictador Hugo Chavez, quien fue destacado en 2006. Por lo tanto, es dable sostener que, si bien un personaje público puede ser reconocido por impactar en la opinión pública o en el rumbo de un país, esto no implica necesariamente que lo es por un liderazgo positivo.
Sin embargo, la publicación del listado de las 100 personalidades más influyentes no es una publicación que se diera desde sus inicios. Comenzó tras un debate realizado en Washington DC en 1998, en el que se discutió quiénes han sido los personajes más relevantes del último tiempo. En él participaron periodistas, políticos, el redactor en jefe de la Revista Time, politólogos y académicos, entre otros. Tras esta discusión, se resolvió que, en 1999, fuese publicada la primera lista de las 100 personas más influyentes del siglo XX. Y recién para el 2004, la Revista Time comenzó a publicar el listado de cada año.
Así, volviendo al principio, en el último semanario de la Revista Time se publicó la lista de los 100 personajes más influyentes del 2022, en la que Gabriel Boric fue el único chileno destacado. La reseña estuvo a cargo de Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía y un activista izquierdista, nada menos que el preferido de Cristina Fernández. Por ello, si entendemos bien quién es Stiglitz, queda claro por qué reseña dicho reconocimiento.
En enero del presente año, Stiglitz fue criticado por sus pares economistas por señalar que Argentina vive un “milagro económico” y por elogiar al presidente de dicho país, a pesar de que todos conocemos la delicada situación que vive Argentina y que, lamentablemente, la inflación ha acumulado su mayor registro en los últimos 30 años. Igualmente, hace quince años atrás, en 2007, alabó la gestión económica que estaba impulsando Hugo Chávez en Venezuela, el germen del éxodo de los inmigrantes venezolanos en el mundo.
Asimismo, Stiglitz ha cometido vergonzosos errores en temas económicos por su sesgo político y por estar obsesionado con el proteccionismo y el Estado, tal como recoge el doctor en Economía, Carlos Rodríguez Braun. Por tanto, por más que haya ganado un premio Nobel, no es razón suficiente para aplaudir la reseña que escribió de Boric.
No olvidemos que hay varios casos que han permitido cuestionar si ha existido una agenda ideológica detrás de las nominaciones del Nobel, como otorgarle el premio al poeta comunista Pablo Neruda en 1971, mientras le negaron dicho reconocimiento al escritor y poeta Jorge Luis Borges por reunirse con el general Pinochet en 1976, a pesar de tener todas las credenciales para obtenerlo.
Lo anterior permite sostener que, lo que Stiglitz sostuvo en la reseña, no es una posición imparcial. Esto se ve aún más al mencionar el discurso que dio Boric tras ganar las primarias de su sector, resaltando que el ahora presidente chileno indicó que “si Chile fue la cuna del neoliberalismo, ¡también será su tumba!”, como si lo anterior fuese algo deseable.
Igualmente, el economista izquierdista sostiene que el gobierno de Boric es una “alternativa a las políticas derechistas de las últimas cinco décadas”. Estos dichos son bien reveladores, pues, al contrario de lo que cree el progresismo, sus ideales en esta materia alejan al país del camino del progreso y la prosperidad.
De igual modo, agrega que Boric “está haciendo de Chile nuevamente el laboratorio social, económico y político del mundo”, lo que claramente, más que ser un mérito, es una señal de alerta y preocupación.
Por otro lado, sí es posible sostener que Gabriel Boric ha tenido liderazgo dentro de la extrema izquierda chilena, desde que protagonizó la insurgencia estudiantil en 2011 hasta el presente. Pero, es menester recordar sus preocupantes gestos sobre la validación de la violencia: decir “buena” mientras recibe de obsequio una polera con el rostro baleado de Jaime Guzmán —senador chileno asesinado en 1991 por un grupo de extrema izquierda—; hacer homenajes a grupos terroristas en plazas públicas; validar la desobediencia civil en el contexto de las revueltas del 18-O; o anunciar que entre sus primeras medidas como presidente iba a liberar a los mal llamados “presos políticos”.
Hoy, ad portas de cumplir tres meses de ejercicio como presidente, Boric no se pone firme con la violencia azotada en la zona de La Araucanía. Por eso, ha decretado un Estado de excepción “acotado”, a pesar de que la insurrección mapuche ha escalado a graves niveles de violencia las últimas semanas.
En definitiva, por todo lo expuesto, es dable sostener que Boric ha ejercido un liderazgo pero uno completamente negativo. No solo ha tenido una erótica relación con la violencia, sino que está encaminando al país hacia el abismo. La delincuencia es una situación que azota todos los sectores sociales del país, el narcotráfico se ha descontrolado, el costo de vida ha aumentado, y el peso chileno continúa devaluado.
Además, el hecho de que la Revista Time lo haya incluido en el listado de las 100 personas más influyentes, no necesariamente es algo bueno. Hemos visto cómo dictadores también han sido reconocidos por este semanario.
No cabe duda de que la izquierda tiene un modus operandi para legitimar a sus figuras e ideas. Suelen validar argumentos —que pueden ser falacias— sustentándose en archipámpanos o en el famoso “argumento de autoridad”. El lobby de la izquierda puede llegar, incluso, a influir en Nobeles para validar sus narrativas que, en la práctica, no se sostienen y suelen tener pésimos resultados.